Quebradero

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«Protección, no ataques»

 

Por javier Solórzano Zinser

 

El ejercicio periodístico lleva tiempo siendo una actividad de alto riesgo. Nos fuimos convirtiendo en un país en donde los periodistas quedaron expuestos sin que los gobiernos atendieran de manera directa lo que está pasando como parte de sus responsabilidades y obligaciones.

Los propios medios fueron rebasados ante escenarios que no habían contemplado. La creación de organismos autónomos en defensa de los periodistas ha sido hasta ahora la respuesta más acabada ante el estado de las cosas.

Los asesinatos, las agresiones y la intimidación se convirtieron en parte de la actividad periodística. Se fue dejando crecer la violencia sin que se asumiera una responsabilidad colectiva. Las agresiones igual proceden de los poderes políticos y económicos como de la delincuencia organizada. Desde hace tiempo no hay condiciones que permitan un desarrollo libre del ejercicio periodístico.

Nadie pide privilegios. Lo que se exige es que a través de la gobernabilidad se protejan las actividades profesionales de los ciudadanos. Hemos vivido en los últimos años agresiones de toda índole de las cuales pocos la libran.

Es cuestión de revisar lo que sucede en el sector salud para confirmar que muchos profesionistas han estado siendo violentados sin que el Estado los proteja.

En este sexenio se han agudizado las cosas sin soslayar que llevamos ya varios años bajo condiciones de violencia y agresión. La inseguridad en el país terminó por alcanzar espacios como el del periodismo.

No hay ciudad que esté exenta de ello. Hubo un tiempo en que se creía que en las grandes ciudades había condiciones para evitar las agresiones; sin embargo, casos recientes confirman que no hay quien se salve y que los gobiernos son incapaces de enfrentar el problema como parte de sus responsabilidades.

A esto se ha venido sumando la paulatina, pero firme creación de un entorno de señalamientos hacia el periodismo, lo cual ha venido a provocar reacciones violentas hacia comunicadores, algunas de ellas han llegado al linchamiento verbal que en buena medida se ha desatado desde las mañaneras.

Parte del discurso del poder presidencial tiene al periodismo en su agenda. En algún sentido, los periodistas son vistos como oposición que llegan a estar por encima de los partidos políticos. El Presidente tiene a la prensa en la mira como parte de su discurso y de su gobernabilidad.

La agresión a los periodistas tiene en la impunidad otro de sus elementos. Se agrede, se ataca, se asesina porque en la gran mayoría de los casos, quienes perpetran la violencia, saben que existe la posibilidad de que no pase nada.

No es un problema que sólo afecte a los periodistas. Es un lacerante asunto que está en la dinámica de la sociedad. El simple hecho de no acudir a presentar una demanda tiene que ver con la incertidumbre que provoca hacerlo.

El lamentable y terrible ataque contra Ciro Gómez  Leyva nos ha sacudido, porque es la prueba de que ya puede pasar cualquier cosa. Si un periodista conocido a nivel nacional, que está sistemáticamente en el discurso presidencial, que se presume que en función de quien es y de la cobertura de su trabajo intentan matarlo quiere decir que cualquier periodista está expuesto.

No ayuda la interpretación de los hechos desde Palacio Nacional. Ante la agresión era necesario atemperar ánimos.

La gobernabilidad debe llevar a la búsqueda de condiciones para la investigación y, sobre todo, la solidaridad, más allá de señalar que el atentado tuviera la intención de afectar al gobierno.

La ONU mandó ayer un claro mensaje: los periodistas en México “necesitan protección no ataques”.

RESQUICIOS.

Perú declaró persona non grata al embajador mexicano y le dio 72 horas para dejar el país. El gobierno peruano tomó la determinación en medio de una abierta confrontación provocada por el Presidente mexicano; la relación bilateral está a nada de que la declaren en “pausa”; palabra que seguimos sin entender qué significa.