Quebradero

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“Injerencista”

Por Javier Solórzano Zinser

En la diplomacia hay reglas escritas y no escritas. Lo más importante desde donde se vean las cosas es el entendimiento y que las relaciones se establezcan bajo el mutuo respeto.

Nuestro país tiene un brillante pasado diplomático que lo ha llevado a convertirse en un referente del mundo. Hay muchos ejemplos de cómo la diplomacia mexicana ha sido un factor de reconocimiento.

En algún sentido la política exterior en ocasiones ha estado adelantado a su tiempo. La profesionalización del servicio exterior ha sido un factor fundamental, muchas mujeres y hombres a lo largo de décadas han entendido y aprendido sobre los vericuetos de la diplomacia.

Muchas decisiones que en su momento se tomaron fueron severamente criticadas, pero al final el tiempo dio la razón. La política exterior ha sido por innumerables razones motivo de orgullo e identidad del país. Ha sido referente en lances internacionales, los cuales están en la memoria colectiva en pasajes de nuestras relaciones con el mundo con países como España, Cuba, Chile, sin pasar por alto la importancia que los 70 y 80 se jugó con los conflictos centroamericanos. El grupo Contadora, encabezado por Francia y México, fue clave para la solución del conflicto en El Salvador.

Ver el pasado de la diplomacia no es ni neoliberal ni conservador. Las páginas escritas a través de la diplomacia, sin pasar por alto los momentos críticos y lo que al interior de la Cancillería hayan podido pasar durante este tiempo, no son motivo para desacreditarla o calificarla.

La diplomacia mexicana no sólo ha tenido sus virtudes en los muchos pasajes en que le ha tocado participar. Uno de sus signos distintivos ha sido el impulso a la cultura derivada de lo que es nuestro país, y de la toma de conciencia que adquieren los integrantes del Servicio Exterior en su paso por el Instituto Matías Romero.

El Presidente López Obrador no puede poner en evidencia la labor diplomática y su prestigio. La Cancillería ha estado metida en problemas tratando de resolver las declaraciones del tabasqueño, a veces lo ha hecho con efectividad y en otras ocasiones ha sido rebasada, tanto porque los asuntos se vuelven muy complicados como por su falta de oficio.

La Cumbre de las Américas abre un espacio para que entremos en terrenos del entendimiento y respeto con algunas naciones con las cuales hemos terminado francamente enfrentados. No podemos desde México por más legítimo que sea el gobierno lanzar declaraciones sobre asuntos internos de otras naciones.

Así como el Presidente ha insistido en el respeto de nuestros asuntos internos, de igual manera tendría que actuar hacia el exterior. Su insistencia en que la mejor política exterior es la interior tendría que tener una correlación real en los hechos. Estamos pasando de la diplomacia a parecer peleadores de callejón.

Con Panamá continuamos con un lamentable impasse. Los gobiernos tienen el derecho a decidir si aceptan o no a un embajador de otro país, el gobierno mexicano terminó por parecer provocador más que buscar la manera diplomática para poder encontrar la salida a lo que sigue siendo un conflicto, aunque el tema no esté en la agenda cotidiana.

Lo último fue la acusación del gobierno colombiano al Presidente de “injerencista”. La defensa que hizo López Obrador del candidato a la presidencia Gustavo Petro en la mañanera es la razón por la cual fue señalado. Para hablar de estos casos únicamente, ni con Panamá ni con Colombia, aparecieron ni por asomo las formas diplomáticas escritas y no escritas. En ambos casos nos leyeron con razón la cartilla y no se hizo el más mínimo acuse de recibo.

No se puede en diplomacia sólo identificarse con quienes nos caen bien, de eso no se trata.

RESQUICIOS.

Muchos incidentes se presentaron en la jornada electoral, sobre todo en los estados en que hay alta competencia. No hay quien se salve de las tropelías, todos son como los de antes y los de ahora.