Quebradero

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Revolución desde el poder

Por Javier Solórzano Zinser

Los procesos revolucionarios históricamente han intentado deponer al poder político. Tratan de llevar a cabo un cambio profundo desde las bases para cambiar el régimen.

El tabasqueño pretende hacer la revolución desde el poder. Para ello ha venido transformando, criticando, atomizando y desapareciendo, entre otras cosas, diferentes instituciones que han sido parte de un proceso virtuoso de la sociedad.

El Presidente habla del cambio como si ya se hubiera instrumentado. Estamos lejos de ello, no sólo por las reticencias y por las muchas dificultades que conlleva, sino también porque no queda claro el rumbo y el destino.

Urge sistemáticamente a que se tome partido, porque en el fondo la revolución y su gobierno es el estás conmigo o estás contra mí. No es nada casual su concepción de fifís y chairos, buenos y malos sin pasar por alto el hacer periodismo para el pueblo, lo cual remite a tomar partido y estar o no con la “causa”.

En la geometría política el Presidente ubica su movimiento como de izquierda. La definición de derechas, centro e izquierda es   cada vez más ambigua y difícil de concebir y asir.

Diferentes gobiernos de izquierda han entendido la importancia de hacer a un lado esquemas, estigmas y maniqueísmos para buscar una integración que incluya a amplios sectores.

Los gobiernos de Felipe González en los 80 y 90 en España y el gobierno de Lula en Brasil tienen que ver con esto. No se puede catalogar a ambos personajes, particularmente al brasileño, como derecha o de centro. Sus políticas y su visión de lo que deben ser sus países produjeron resultados tangibles para los ciudadanos. Uno de sus grandes méritos fue entender el tiempo que les tocó vivir y gobernar.

La propuesta de López Obrador, si bien busca la transformación, le llama revolución, se ha ido convirtiendo en un proceso unilateral en más de un sentido. La apertura que han tenido gobiernos de “izquierda” se ha distinguido por una visión amplia de la economía, la política, lo social, la cultura, el debate y la vida universitaria.

Soslayar el proceso de cambio de López Obrador no tiene sentido, porque a pesar de las muchas críticas fundadas que hay hacia sus programas, algunos de ellos están caminando y van alcanzando sus objetivos; como decíamos ayer, el reto está en hasta dónde va a alcanzar el dinero.

A la par está siendo cada vez más preocupante la perspectiva unilateral de las cosas. La educación es el área que paulatinamente se va viendo más afectada. El gran problema de las revoluciones es el caer en el dogmatismo y la ideologización.

Se ha venido desarrollando un proceso en materia educativa que merece atención. Los libros de texto en algunos casos están entrando en terrenos en que van prevaleciendo formas unilaterales de ver la vida, el país y el mundo. A esto se suman las críticas del Presidente a las instituciones de educación superior públicas, el caso del CIDE es significativo también por ello.

Es cierto que el proceso educativo durante mucho tiempo fue contemplativo; sin embargo, en las escuelas y las universidades se desarrollaron procesos que no tienen que ver con el que pinta sistemáticamente el Presidente.

Ayer en la FIL en una extraordinaria participación, Mauricio Merino daba cuenta de lo mucho que dice el Presidente sobre las instituciones autónomas, lo cual no tiene asidero.

La consolidación del proyecto que pretende la 4T solamente será si existe un ensanchamiento del pensamiento, tolerancia, debates y escuchando a las y los otros.

Es lo que le da sentido histórico y trascendencia a las revoluciones.

RESQUICIOS

Las encuestas sobre el 2024 son referentes a distancia. Por más que haya indicadores que coloquen a Morena y a la perfilada con grandes posibilidades hay variantes que atender. Una de ellas es que están creciendo los indecisos, la otra es la gran cantidad de personas que se están negando a contestar las encuestas.