Quebradero

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¿La respuesta a la crítica y el análisis?

Por Javier Solórzano Zinser

El Presidente asegura que no lo mueve la venganza. Es difícil creerlo porque a menudo sucede que algunos personajes que han estado y están en abierta confrontación con él, algunos arteramente le han tratado de meter el pie para decir lo menos, no han dejado de estar en la mira del mandatario.

El Presidente ha sido agraviado en innumerables ocasiones. No solamente lo hicieron cuando estaba en la oposición y también ahora como jefe del Ejecutivo.

El Presidente tiene el micrófono y la narrativa y reiteradamente arremete contra aquellos que lo enfrentaron, sin dejar pasar los que en el camino se han unido al enfrentamiento. Sin embargo, algo que cada vez es más evidente es que López Obrador no ha dejado de atacar y en lugar de que en su calidad de Presidente de México se convierta en factor de cohesión se ha ido convirtiendo en factor de polarización.

A lo largo de décadas hemos vivido bajo la confrontación soterrada. El país ha crecido con abiertas desigualdades sociales que si no han trascendido quizá se deba a que amplios sectores de la población están más preocupados en sobrevivir que en salir a la calle a manifestarse.

El Presidente ha ido perdiendo la posibilidad de la cohesión porque ha optado como estrategia por la confrontación y polarización como claves de su gobernabilidad. No queda claro por qué el Presidente ha colocado esta estrategia en su cotidianidad.

Desde el principio de su administración hizo promesas de unidad las cuales no ha cumplido. La fuerza y legitimidad con la que alcanzó el poder le permitían un amplio margen de maniobra quizá como pocos presidentes en la historia reciente.

No tenía que negociar casi con nadie y podía convocar a todos los sectores de la población porque además, en casi todo el país, hayan votado o no por él, se le concedió un bono democrático el cual a pesar de la cancelación unilateral, disfrazada de consulta, del aeropuerto de Texcoco, mantuvo un consenso.

Todo esto sumado a sus altos niveles de popularidad, que le permitían proponer y hacer con un apoyo social real. El sector privado fue entendiendo que se tenía que entender con él a pesar de las muchas diatribas que les lanza en las mañaneras.

El “primero los pobres” se convirtió en un factor de cohesión porque a la vista de toda la sociedad están las grandes diferencias sociales. Si bien se han reducido tangencialmente los niveles de pobreza, lo cual es importante, también se ha visto cómo los niveles de pobreza extrema se han incrementado.

Otro sector clave en todo este proceso son las clases medias a las cuales el Presidente les toma distancia y les acusa de aspiracionales. López Obrador no toma en cuenta que la relevancia de este sector para el desarrollo ha sido el punto de partida de décadas para la economía.

Lo que ha venido pasando es que muchos proyectos del gobierno se diluyen o no se alcanzan a ver porque hay una sistemática crítica a sus adversarios, y también hay claras evidencias de una falta de autocrítica y de un malestar a todo aquello que son análisis e investigaciones sobre el gobierno.

En este año el Presidente ha agudizado sus críticas a todo aquello que no le parece. A menudo sacan de los archivos información de personas que le resultan incómodas o que no ha dejado de tener en la mira desde hace varios años. Por ningún motivo tienen justificación, porque se va abriendo una puerta en donde se pierde la privacidad e incluso, con tal de evidenciar, se termina por dar a conocer carpetas judiciales.

Se dirá que son temas de interés público, pero en el fondo son estrictamente privados a los cuales las leyes protegen. Se está atendiendo la crítica por la peor de las ventanillas.

RESQUICIOS.

César Luis Menotti es un antes y después en el fútbol. Fue el entrenador de Argentina en 1978 en medio de la dictadura y atreviéndose a dejar a Maradona. Hombre crítico y en algún sentido de izquierda que pasó por México dejando huella, hasta que doña tele lo corrió.