El «yo gané el debate»
Por: Javier Solórzano Zinser
No pareciera que se vayan a mover las encuestas y percepciones, pero el segundo debate mostró variantes atendibles.
Xóchitl Gálvez no dejó pasar ni un segundo para arremeter contra la candidata oficial. Fue la tónica de todo el debate ante lo que Claudia Sheinbaum contestó poco o nada o se seguía derecho en temas ciertamente controvertidos y que a pesar de ser “muy vistos” no deben pasarse por alto por lo sucedido y por lo que provocó entre los ciudadanos.
Inevitablemente entramos en los territorios de quién ganó el debate. Bien se sabe que son espacios de enorme subjetividad. Por lo general se responde de la mano de la militancia y simpatías. En cualquier mesa posdebate en que estén representantes de las y el candidato dirán que ellos ganaron el debate, “sin la menor duda”.
Es previsible, porque se pretende ganar el debate en el posdebate. Se trata de hacer creer a través de una narrativa en que se acomodan los argumentos a modo para demostrar el supuesto triunfo de su candidato.
Evidentemente existen otras variables que también juegan un papel y que pueden demostrar de alguna manera las virtudes y defectos a lo largo del debate. Sin embargo, lo que pesa es la empatía y lo que el ciudadano alcanza a ver a lo largo de dos horas, de las cuales seguramente se pasa viendo a ratos.
El debate resultó más atractivo que el primero. Mucho tuvo que ver el formato que permitió a el y las aspirantes darse tiempo para explicar propuestas y establecer los ataques contra sus adversarios. Claudia Sheinbaum trató de engancharse lo menos posible. Es claro que tiene definida su estrategia, porque ateniéndonos a las encuestas su ventaja la hace sujeto de ataque.
El riesgo está en que pase por alto temas sensibles o que en su afán de defender en el debate la presente administración presente datos que no son ciertos o que se puedan convertir en engañosos. El tema del crecimiento económico, inflación y los precios de la gasolina, para hablar de lo que resultó parte central del domingo, no tuvieron una respuesta satisfactoria, porque si bien la candidata los vio de una manera, datos concretos muestran lo contrario.
Xóchitl Gálvez sabe que se le está yendo el tren. No va a cejar en atacar a la candidata del oficialismo. Es un riesgo, porque puede convertirse en una cantaleta que acabe molestando a los ciudadanos, es paradójico, pero los humores determinan los votos y las percepciones y probablemente con todo y los elementos que ponga en la mesa Xóchitl, las cosas podrían verse con otros humores entre los ciudadanos.
No vemos cómo Jorge Álvarez Máynez pueda meterse en la pelea. De nuevo el discurso dice una cosa y la realidad otra. Sus buenos momentos podrán ser útiles a futuro, sobre todo, en el intento de sumar a los jóvenes. Es el único que ha pensado directamente en el 30% de la población y el 40% del padrón electoral. Una de sus virtudes fue abordar este tema y su insistencia en las energías limpias y defensa del medioambiente. Llama la atención cómo se refiere a la candidata del oficialismo, “doctora”, a diferencia de Xóchitl, “la candidata del PRIAN”.
Tanto Xóchitl como Claudia conservaron en lo general la misma estrategia. La diferencia estuvo en que la candidata de la oposición buscó no dejar pasar ninguna con tal de tratar de acorralar a la candidata del Presidente, lo cual sólo por momentos consiguió.
Fue un mejor debate que el anterior. Viene la parte final de las campañas y un tercer debate que deberá ser de relevancia, entre otros temas se hablará de seguridad, democracia y división de poderes.
Las prisas se le vienen acumulando a Xóchitl.
RESQUICIOS.
La elección ya es la más violenta de la historia. Lo más grave es que no se ve cómo se pueda atemperar la violencia político-electoral. En medio de la idea de minimizar las cosas las elecciones están en un proceso francamente riesgoso, no sólo por lo que pasa, sino por lo que provoca entre los ciudadanos.