Quebradero

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Jóvenes. Vivir sin esperanza

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

Las informaciones sobre el atentado contra el candidato a la presidencia de Colombia, Miguel Uribe Turbay, reportan que quien atentó en contra de su vida es un joven sicario de 14 años.

Como sucede en nuestro país, estamos ante la manipulación de los jóvenes, en muchos casos menores de edad, que son usados como sicarios a quienes se les paga muy poco dinero por matar a una persona. Puede ser que al final sean detenidos, pero en muy pocas ocasiones se termina por saber quién es la mano que mece la cuna.

Mañana se cumple una semana más de un asesinato en calles de la CDMX a plena luz del día de dos altos funcionarios del Gobierno de la capital y seguimos sin saber nada. Los sicarios actuaron coordinadamente y, en este caso por lo menos por ahora, quienes están detrás del atentado se han dedicado a proteger a los asesinos ante la incapacidad de las autoridades.

No estamos ante algo nuevo en nuestras sociedades. Los jóvenes van perdiendo capacidad de asombro y esperanza desde muy temprana edad y se enfrentan a un mundo que les es cada vez más ajeno y hostil.

Lo que pasó en Colombia pasa con cierta regularidad en el país. Las políticas hacia los jóvenes han venido siendo desde hace muchos años punitivas. Se les ataca o se les señala sin que de por medio haya alternativas para ellos.

Desde hace tiempo se han convertido en el centro de la violencia. Todos terminan por ser víctimas de una sociedad cada vez más violenta y cada vez más cerrada. No hay políticas públicas que les permitan generar proyectos y los gobiernos tienden a colocarlos como la esperanza, cuando en el fondo no les ofrecen alternativa de ninguna índole.

Francisco Cuamea, comunicador, periodista y ensayista, acaba de publicar un muy interesante ensayo en la revista Nexos en que desde su experiencia en Sinaloa coloca el tema de los jóvenes en el centro del debate. Conversamos con él, además de presentarnos estadísticas y números dolorosos, que al fin y al cabo son personas, nos da un panorama verdaderamente desolador, en el que se incluye al futuro.

Nos dice que la política del Estado mexicano contra el crimen organizado, “es como un zombi. Camina como muerto viviente, se pudre con el paso del tiempo y se alimenta de los vivos; es un fracaso… cuando se trata del crimen organizado y la violencia en la opinión pública suele exigirse la aplicación del Estado de derecho como un castigo. En respuesta, los políticos suelen prometer aplicar todo el peso de la ley. Tan sólo en el primer cuarto del siglo XXI, México ha gastado miles de millones de pesos en seguridad pública, y como todos podemos constatarlo el problema no está resuelto ni de lejos”.

Cuamea nos da buenas razones para entender el problema de fondo. A los jóvenes que se los llevan o se integran en una gran mayoría de los casos, vienen de violencia intrafamiliar y consumo de metanfetaminas.

Los narcos se encuentran en las colinas. Los jóvenes lo saben y, en algunos casos, ellos son los que buscan acercarse. Pero en la gran mayoría de las ocasiones son los narcos los que acechan las casas de muchos de ellos a lo que se suman sus escuelas.

Nos dice Francisco que es el entorno el que vincula a los jóvenes con la delincuencia organizada, “éste es el motivo más importante, más que cantar a Peso Pluma y otras bandas”.

La mayoría de las personas detenidas o vinculadas directamente a la violencia son menores de 30 años.

Hay que despojar de moral el enfoque del problema y atenderlo desde la perspectiva de la técnica social, nos dice para concluir que: “Ante el narco lo que se tiene que hacer es reducir sus flujos de retroalimentación”.

Un ensayo para atenderse y leerse.

RESQUICIOS.

Extracto del ensayo de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad: “Con el argumento de ayuda humanitaria el Gobierno de AMLO gastó 387 mdp en imprimir libros para Cuba que, según expertos, refuerzan el adoctrinamiento contra EU”. En contraste, México vive una crisis por falta de medicamentos.