El daño está hecho 

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Por Raúl Arias Lovillo

Duele, preocupa y sorprende que en nuestro país ocurran hechos sumamente graves, inimaginables hasta hace muy poco tiempo, sin que tengamos las protestas sociales que suponemos tendría que haber. Más allá de que exista un sector social que apoya ciegamente todas las acciones del actual gobierno de AMLO, en México nos hemos acostumbrado a llevar la cuenta de los homicidios dolosos sin inmutarnos, a dejar de sorprendernos por la enorme cantidad de desapariciones forzadas o por los horribles feminicidios de cada día. Nos estamos acostumbrando a la violencia cotidiana. Pero también hemos aceptado como un fenómeno natural la corrupción del círculo más cercano del presidente, como aceptamos que hemos perdido nuestra capacidad para exigir transparencia en el uso de los recursos públicos y una adecuada rendición de cuentas de esos recursos y de todas las acciones del gobierno actual. Nuestra indolencia frente a estos hechos y otros más han resultado en el mayor desastre que nuestro país ha registrado en el último siglo.

Por ello no sorprende que cada vez haya más voces que hablan de un proceso de reconstrucción nacional ante tantas evidencias del desastre ocasionado por la llamada cuarta transformación. Estoy convencido en que se tendrán que invertir muchos años para reparar todo el daño ocasionado en el presente sexenio.

No será fácil recuperar la condiciones de diálogo en la sociedad mexicana para terminar con la polarización social. Nuestro país está completamente dividido entre quienes vemos el desastre y quienes dicen que aquí no pasa nada. La división se extiende a las familias, a los barrios, a los centros de trabajo, a las escuelas y a las calles.

Como tampoco será fácil recuperar los servicios de salud para millones de compatriotas que hoy ni siquiera cuentan con las precarias condiciones que tenían con el Seguro Popular. Y aún existen ilusos que siguen pensando que falta poco para que nuestro sistema de salud sea similar al de Dinamarca.

Hoy somos un país más atrasado en educación y sin rumbo para alcanzar los niveles de otros países. Nunca se hizo una evaluación de la pérdida de conocimiento y aprendizajes durante la pandemia, salvo algunos pocos estados de la Federación. La propuesta de la Nueva Escuela Mexicana y los lamentables libros de texto no hacen sino confirmar esa pérdida de rumbo. Como inexplicable es el desmantelamiento de las fortalezas de investigación científica, tecnológica y humanística que costaron varios lustros construir. El total desprecio de la cuarta transformación por la educación y el conocimiento es inconcebible en plena etapa de la revolución científica y tecnológica más importante en la historia de la humanidad.

Destacan otros dos asuntos que llevará mucho tiempo revertir, la violencia y el militarismo.

En los cinco años y un poco más el sexenio de la cuarta transformación registra ya cerca de 170 mil muertes dolosas, ostentando el título del sexenio más violento de nuestra historia moderna. Más allá de las estadísticas, los niveles de violencia e inseguridad que hoy vivimos en México evidencian, de manera muy cruda, el fracaso de la estrategia “abrazos, no balazos” del presidente AMLO. La violencia está metida en los rincones más profundos de nuestro tejido social y no puede ser de otra manera cuando una parte significativa del territorio nacional está bajo el control de los cárteles de la droga y cuando éstos aparecen ocupando el quinto lugar como empleadores en el país. Recuperar el respeto a la vida humana, motivar a nuestros jóvenes en recorrer otros caminos distintos al del dinero fácil e impulsar nuevos valores para nuestra convivencia social nos llevará mucho tiempo.

No será fácil que los militares regresen a sus cuarteles y renuncien a las prebendas políticas y económicas que hoy disfrutan. De manera lenta y silenciosa los militares fueron ganando un incuestionable poder en el gobierno de AMLO. Hoy mantienen bajo su control aeropuertos y aduanas, participan en la construcción de las más importantes obras del gobierno, operan programas sociales, son responsables de la Guardia Nacional, gozan de total impunidad frente a la violación de los derechos humanos y no están obligados a rendir cuentas de los cuantiosos recursos públicos que mantienen en sus presupuestos. Incluso, por voz misma del presidente, se les exonera de su responsabilidad en la masacre del ‘68, a su participación en la llamada “guerra sucia” y en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. El broche de oro de la sumisión total del poder civil al poder militar ha sido la condecoración al general Salvador Cienfuegos. Este hecho, consignado en una histórica foto, fue bien calificado por Jorge Volpi como la prueba extrema de la degradación de la cuarta transformación y la traición de AMLO a millones de mexicanos y a sí mismo.