El Frente opositor: ¿última oportunidad o trampa mortal?
Por Aurelio Contreras Moreno
Luego de un intenso estira y afloja, la coalición opositora presentó su nueva encarnación, con la que definirá una candidatura única a la Presidencia de la República: el Frente Amplio por México.
Se trata de un mecanismo en el que se intenta amalgamar a los partidos integrantes de la coalición opositora con organizaciones de la sociedad civil identificadas con un mismo objetivo: evitar la restauración del sistema de partido hegemónico en México a través de Morena, que desaparezca los contrapesos institucionales para concentrar y centralizar el poder en la figura del titular del Ejecutivo federal.
El proceso para definir candidato o candidata, que tomará en primera instancia el apelativo de “responsable nacional de la construcción del Frente Amplio por México”, constará de tres etapas, en las que se recabarán firmas, se celebrarán foros, se aplicarán encuestas y se irá a unas elecciones primarias para definir a quien encabezará la alianza opositora integrada por PAN, PRI y PRD.
La idea no es mala. En los hechos, es un método claramente más democrático e incluyente que el que a la par desarrollan en Morena con el mismo objetivo de definir candidatura presidencial, decisión que en el partido oficial tomará una sola persona, alrededor de la cual gira todo. Pero el proceso del Frente Amplio por México también tiene varios “asegunes”.
En primer lugar, la oposición se ha visto obligada a acelerar sus tiempos y, lo más preocupante, a hacer prácticamente lo mismo que los aspirantes de Morena: simular que no se está en precampaña cuando sí se tratará de una precampaña, aunque le digan de otra manera.
La legislación electoral establece que los periodos de precampaña inician en el mes de noviembre. Cinco meses antes, ambas coaliciones, tanto la oficialista como la opositora, se han embarcado en una aventura al filo de la ley cuyos costos para la certeza jurídica y democrática en México, de por sí frágiles, pueden ser extremadamente altos.
Mientras en Morena elegirán al “coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”, la oposición, como ya mencionamos, tendrá un “responsable nacional de la Construcción del Frente Amplio por México” para darle la vuelta a la ley y llamarles “candidatos/as” hasta que sea el momento legal indicado. Un fraude a la ley que, de suyo, le restará legitimidad a ambos y, por ende, a quien obtenga la Presidencia de la República en 2024. Y eso no es poca cosa.
Luego, cuando uno ve los personajes que participarán en el proceso de elección en la oposición, lo que queda de manifiesto es la carencia renovación. Rostros ya conocidos, algunos no con tantos negativos a cuestas, otros francamente impresentables. Pero el hecho es que la coalición opositora luce atrapada en el pasado y por los intereses de las cúpulas partidistas. Y aunque en Morena todo gira alrededor de los deseos y “tenebras” de Andrés Manuel López Obrador y sus exigencias de lealtad absoluta, es innegable que, independientemente de las “corcholatas”, hay una generación más joven que está ocupando posiciones importantes. Y eso, en términos de imagen ante un electorado que en un buen porcentaje también es joven –26 millones 93 mil 629 personas en el padrón electoral tienen entre 18 y 30 años de edad, es decir, el 27 por ciento de la población-, cuenta bastante.
Eso nos lleva a un punto toral: el papel de la sociedad civil frente a la partidocracia que se niega a soltar las llaves de acceso al poder. Tan solo este fin de semana, el Frente Amplio por México estuvo en peligro de naufragar ante los “candados” que las dirigencias de los partidos querían imponer para controlar al órgano que se encargará de llevar adelante la organización del proceso, lo que provocó deserciones sin siquiera haber arrancado formalmente. En contraparte, en el bloque oficialista la sociedad civil es inexistente, ahí lo que importan son las clientelas.
Al filo de la legalidad, ambas coaliciones se enfilan hacia la sucesión. En el oficialismo morenista, sin escrúpulo ni reparo alguno en infringir la ley, pues para eso son gobierno. En la oposición, como última oportunidad para no diluirse por completo, pero a riesgo de caer en una trampa mortal.
¿Y la sociedad? Debatiéndose entre “Guatemala y Guatepeor”.
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