Quebradero

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 Interpretando al Presidente

 

  

 Por Javier Solórzano Zinser

 

El discurso desde el poder tiene un efecto expansivo. Es cuestión de recordar cómo los seguidores de quienes gobernaban se encargaban de acomodar la crítica, la defensa del mandatario y las agresiones a aquellos que eran sujetos de los dichos presidenciales o críticos del gobierno.

No estamos ante algo nuevo. Se sabe que la memoria es corta. Lo que sucede es que es claro que hoy como nunca antes la narrativa presidencial se extiende por todos los mecanismos de las nuevas tecnologías, pero sobre todo, porque ha tenido la claridad de establecer en las mañaneras la agenda junto con todo tipo de críticas y adjetivación hacia aquéllas y aquéllos con los que no comparte absolutamente nada.

La mañanera es un espacio que sirve más para señalar a los que llama a adversarios que para informar del desarrollo de sus planes de gobierno. Lo que al final queda entre los ciudadanos no es algún tipo de política pública, más bien son las referencias un día sí y otro también a instituciones y personas.

El Presidente habla y sus seguidores lo interpretan llevando a menudo las cosas a los extremos, quizá algo de eso también quiere provocar el Presidente. No sólo trata de que conozcan cómo ve las cosas, sino también que sus seguidores no pierdan de vista que para la construcción de ese futuro que imagina hay muchas cosas que hay que hacer a un lado, lo que incluye instituciones y personas.

La clave está y seguirá estando en las interpretaciones que se le quieran dar a la narrativa del Presidente y también lo que López Obrador esté buscando. Los discursos de otros años no tenían la fuerza de los de él, nos encontrábamos en sociedades, si bien confrontadas, no en los niveles en que estamos hoy. Los controles se vienen perdiendo desde hace tiempo, a pesar de la complicidad entre medios y la clase política gobernante.

Ayer en la marcha de las mujeres fuimos testigos de la polarización bajo la cual estamos. Las manifestaciones fueron un mosaico de país. Pocos actos políticos tienen la diversidad como la de ayer. Marcharon una gran cantidad de mujeres con diferentes percepciones de las cosas y de la vida misma, a sabiendas de que la calle es el espacio de todos y todas al que se tiene derecho, nadie es dueño de ella.

En Palacio Nacional se llevó a cabo un acto sobre el Día Internacional de la Mujer. Fue comedido y cargado de elogios al Presidente, los cuales no se reprodujeron en las calles. De no ser la lamentable presencia de una mujer arengando en contra de la ministra Piña en la puerta de la Corte, en general, el Presidente acabó siendo en las calles más fustigado que reconocido.

Lo que pasó en la Corte, porque más allá del florido uso del lenguaje, lo que la mujer gritaba tiene mucho que ver con el discurso presidencial respecto a los aparatos de justicia y de la propia Corte.

El Presidente sabe que su narrativa tiene efecto expansivo, el cual puede llevar a todo tipo de interpretaciones por parte de sus seguidores. Muchas de las acciones caen en los terrenos de la provocación y en actos abyectos o de agresividad, como se pudo ver a las afueras de la Corte.

López Obrador dice, con razón, que no es responsable de los actos de terceros; sin embargo, no puede soslayar que estamos en medio de una narrativa que alienta sistemáticamente, la cual produce interpretación y además discursos y acciones concretas.

La narrativa presidencial provoca con toda intención a sus “adversarios”. Sabe dónde pegarles y construye un discurso sobre ciertos personajes, lo cual se va convirtiendo en un lugar común y en una narrativa que crea ideas que van siendo algo así como “verdades” entre sus seguidores.

Evidentemente esto no va a cambiar ni un ápice.

RESQUICIOS.

La vocera de la Casa Blanca habló sobre el tema de narcoterroristas. “Designar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras no nos otorgaría ninguna autoridad adicional que realmente no tengamos ya en este momento”; así o más claro.