Oscar Wilde: el amor prohibido en una sociedad decadente

Share

Por Sandra Luz Tello Velázquez

El mundo puede ser un lugar aterrador para algunas personas, especialmente cuando se enfrentan a una sociedad violenta, que le teme a la diferencia y que da valor a la falsedad. Una sociedad que parece alejarse de lo humano para perseguir, maltratar o segregar a todo aquel que no se ciñe a sus estándares, arquetipos y designios.

Son conocidos los casos de artistas de diversa índole: músicos, pintores o escritores, así como de inventores, investigadores, matemáticos que tuvieron que ocultar su preferencia, identidad o relaciones, pues la sociedad a la que pertenecían consideraba que amar de forma distinta es un delito, muchos fueron sometidos al escarnio social y al juicio legal.

Uno de los más conocidos y señalados autores por su homosexualidad fue Oscar Wilde, quien pasó sus últimos días arruinado y olvidado. Falleció a los 46 años en el miserable hotel D¨Alsace en París. Enfermo de meningitis, marginado y condenado por amar a quien no debía según los estatutos sociales del Reino Unido en el siglo XIX.

En el apogeo de su carrera se enamoró de Alfred Douglas, Bosie, como le llamaba, un poeta de 21 años atractivo y caprichoso, hijo del Marqués de Queensberry, aristócrata con gran poder dentro de la sociedad londinense quien por todos los medios buscó separarlos y poner fin al romance entre ellos, realizó acciones que iban desde el escándalo en el hogar del dramaturgo, la amenaza a los dueños de lugares frecuentados por el escritor, hasta el intento de boicot el día del estreno de la obra “La Importancia de llamarse Ernesto”.

Finalmente, Wilde fue acusado de sodomía, en un giro que dio el juicio iniciado por el escritor contra el Marqués de Queensberry a quien acusó por calumnias; sin embargo, al terminar el proceso fue condenado a pasar dos años en la prisión de Reading (Inglaterra), en donde realizó trabajos forzados que minaron su salud, aunque el tiempo en prisión lo llevo a interiorizar y escribir una larga carta dirigida a su amante, titulada “De Profundis” y a iniciar con la escritura del poema “La balada de la cárcel de Reading”.

La condena fue más allá del tiempo transcurrido en la prisión, pues sus libros dejaron de venderse y, aunque sus dos obras teatrales siguieron representándose unas cuantas semanas más, su nombre fue eliminado de los programas y tachado de los carteles. Su esposa cambió el apellido de los hijos de Wilde y a partir de su condena, la actitud hacia los homosexuales se tornó más intolerante. Además, la sociedad inglesa vinculaba el arte con el erotismo homosexual como si fuera algo reprochable.

Es evidente la genialidad de Wilde. Quien lee alguna de sus narraciones o tiene la oportunidad de mirar en un escenario alguna de sus comedias y de profundizar en sus reflexiones y críticas, encontrará el estilo mordaz e irónico que lo caracterizó, pero también descubrirá la expresión sencilla, introspectiva que, lejos del enjuiciamiento, plasma una visión sentida y universal sobre la naturaleza humana, la justicia, el sufrimiento, el bien y el mal.

Su orientación y preferencia sexual lo obligó a un autoexilio tras el repudio social de la moral victoriana; sufrió desgracias que el espíritu humano parecería no resistir, pero trasciende la grandeza de sus maravillosos dones poéticos y artísticos, el triunfo del artista incisivo que trazó un hito en la literatura universal.