Xalapa sobre ruedas: cuando el ingenio y el amor protegen lo que el sistema descuida

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Por Alejandro Gutiérrez Contreras

En medio de la lluvia y la cotidianidad de Xalapa, una escena sencilla nos recuerda el valor de lo esencial: un hombre pedalea su bicicleta adaptada, cubriendo con un techo improvisado a una niña que lo acompaña. Él, mojándose; ella, protegida. No hay glamour, pero hay ingenio, cuidado y una lógica distinta a la del consumo individualista

Porque en una ciudad donde tener un automóvil se ha vuelto insostenible para la mayoría por los precios, por el mantenimiento, por la gasolina, cada vez más personas buscan soluciones propias: motos, bicis, triciclos adaptados… simplemente caminar. No es por moda: es por necesidad

Y mientras tanto, el transporte público, que debería ser una alternativa segura y digna, sigue sin transformarse. Pocas rutas, unidades viejas, mal servicio, falta de infraestructura peatonal, ciclovías inconexas. En vez de pensar en nuevas formas de movilidad urbana, el presupuesto se va en enmendar errores que no debieron cometerse.

Un ejemplo claro: el muro de contención caído en el puente Macuiltépetl. Las autoridades lo entregaron a la constructora, y la constructora devolvió la responsabilidad al gobierno. Nadie responde, y el dinero público se diluye entre trámites y negligencias. Mientras tanto, familias enteras se resguardan de la lluvia bajo techos improvisados, moviéndose con los medios que tienen, no con los que deberían tener.

Este padre, como muchos otros, no espera a que las autoridades mejoren el transporte, lo hace él mismo. Transforma una bici en vehículo familiar. Protege a su hija de la lluvia. Llega a tiempo. Y sin contaminar.

Xalapa podría tener un sistema de transporte moderno, equitativo y ecológico. Podríamos tener carriles para bicis, unidades eléctricas, rutas eficientes, pasos seguros para peatones. Pero mientras eso llega -si es que llega-, las personas siguen resolviendo con creatividad lo que el gobierno no planea con responsabilidad.

Porque al final, esta ciudad no la mueve el combustible, ni los presupuestos, ni los discursos. La mueve el amor. Y el ingenio.