Quebradero

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Va para largo

 

Por Javier Solórzano Zinser

A principios de los 90 José Ángel Gurría auguraba que el grupo que se encontraba en el poder político iba a estar al menos hasta el 2018.

De alguna manera así fue con todo y los 12 años del PAN. No hubo muchos cambios sustantivos entre PRI y PAN en el poder, si así hubiera sido no hubiéramos tenido las votaciones contundentes del 2018 y 24.

Como fuere, el PRI y el PAN se mantuvieron en el poder desde 1988. Recordemos el acuerdo del expresidente Salinas de Gortari con los panistas para la gobernabilidad. El otrora llamado “innombrable” pudo haber hecho un acuerdo con la izquierda, como gente cercana a él se lo ofreció, pero al final el acuerdo lo hizo Acción Nacional; esta decisión determinó el rumbo del país hasta 2018.

La elección del 88 sigue estando en el terreno de las controversias históricas. Muy probablemente ganó Cuauhtémoc Cárdenas. Lo que pudo haber hecho diferente las cosas fue la participación en la elección de personajes que paradójicamente hoy forman parte del grupo selecto del poder político.

Presumimos que en poco tiempo podría salir con José Ángel Gurría para decir algo similar respecto a Morena y sus aliados. Tarde que temprano pronosticarán que quienes forman la coalición lo seguirán haciendo durante varios sexenios. La incógnita será si el impresentable Partido Verde se mantendrá en la alianza o estará buscando, según sus vaivenes, una nueva relación, por lo que se ve se mantendrán como parte de este posible augurio, pero ya se sabe que con ellos no hay nada definido.

Las razones para imaginar que el proyecto de la autollamada 4T podría ser transexenal tiene sustento. En el gobierno de López Obrador se crearon buena parte de las bases para cambiar el régimen. Una de las más importantes fue una narrativa de convencimiento en que cotidianamente se planteaba la necesidad de cambio en todos los órdenes.

Se hicieron críticas brutales contra el pasado, pero no pasaron de ahí a pesar de las acusaciones de corrupción en diferentes áreas gubernamentales; en esta materia fue mucho el ruido, digamos excesivo, pero sin resultados.

Lo que ha venido pasando en estos meses está siendo determinante para que Morena y aliados se mantengan en el poder varios sexenios. Un claro ejemplo de ello es que, a pesar de las críticas razonables y justificables a la reforma judicial, no se le cambió nada de fondo. Insisten en los más de 100 cambios, los cuales tenían que ver con asuntos menores no mayores, a lo que hay que agregar el confuso y desaseado proceso del sábado pasado en donde de un jalón dejaron sin empleo a cerca de 600 jueces en medio de pelotitas que movían y se caían.

Las 20 reformas propuestas el 5 de febrero son el eje y base del nuevo régimen. De aquí a diciembre se van a presentar las reformas a los institutos autónomos, las cuales van a traer más problemas de lo que la mayoría supone. La próxima negociación del T-MEC y los reclamos que pudieran existir en esta materia van a tensar aún más nuestra relaciones con EU y en menor medida con Canadá.

En materia de transparencia vamos a tener al Gobierno viéndose en su propio espejo y seguramente sin querer que se haga un análisis minucioso sobre lo que haga, pareciera que vamos a la opacidad como forma de gobierno. Por ahora no hay indicios para saber si en este sexenio se dará cauce a la crítica y autocrítica, en el pasado sexenio no sucedió ni una ni otra cosa.

Se van construyendo las bases del presente y del futuro. El proyecto actual va para largo y más con una oposición diluida, sacudida que sigue sin entender. Como se ha dicho en estos días, el principal problema hacia el futuro no va a estar fuera de Morena va a estar en el propio partido.

RESQUICIOS.

No hay indicios de que la violencia en Culiacán pudiera al menos atemperarse. El fin de semana de nuevo hubo fuertes enfrentamientos a los que ya no se les está dando la debida importancia, estamos ante el muy riesgoso momento de normalizar lo que está pasando.