Por Uriel Flores Aguayo
Está en curso una elección de Estado operada por los gobiernos federal y estatal. Han traicionado historia y convicciones, si alguna vez hubo. Van en una pendiente que arrastra escrúpulos y restos de prestigios. Se percibe un ambiente de descomposición política. Sus fines justifican todos sus medios. Tenemos cerca la realidad veracruzana donde impera el indecente abuso de poder y la exhibición suficientemente pública de soberbia e ignorancia.
El grupo en el poder despliega sus concentraciones y propaganda con aparentes resultados transformadores. Ese es el centro de su discurso. Su oferta es continuar una supuesta transformación en curso: el segundo piso. Es palabrería, rollo y demagogia. Más allá de la palabra y su dicho no aportan bases y sustento de tal hecho. No lo pueden hacer, no existe. Estamos en los tiempos en que se debe hacer un recuento de lo que ha sido el gobierno estatal de Morena. Con seriedad constatar la transformación anunciada. No hubo tal. Voy a señalar lo que pasó realmente. Que no nos den “gato por liebre”. Veamos:
No hay división de poderes, el Legislativo y el Judicial están subordinados el Ejecutivo; no hubo transformación positiva en el Estado de Derecho. La Fiscalía de Justicia y el ORFIS son extensiones facciosas del Ejecutivo; no hubo transformación positiva en justicia y fiscalización. El gobierno se disfraza del partido Morena y no hay límite entre ambas instancias, no hubo transformación positiva en la separación Gobierno-Partido.
Los programas sociales se manejan con criterios de clientelismo político, incluso su coordinador es candidato oficial; no hubo transformación positiva en los derechos sociales de la gente. En este gobierno estatal predomina el nepotismo, es ostentoso; no hubo transformación positiva en ese resabio corrupto. La esencia en la práctica política del grupo en el poder es el clientelismo, condicionar obras y programas para efectos electorales; en esas arcaicas prácticas no hubo transformación positiva.
La administración actual cambió el color oficialista de los sindicatos, en una reedición del viejo corporativismo; no hubo transformación en su relación con el sindicalismo. Este es un gobierno de amigos donde los perfiles para el gabinete son ínfimos, se puso a quien fuera sin importar sus capacidades con resultados desastrosos; en esta materia no hubo transformación alguna, en cambio todo fue retroceso.
Los senadores y diputados de Morena son ausentes en los problemas de Veracruz, su papel es omiso e irresponsable, tal vez peor que en el pasado; con ellos no se transformó nada, hubo retroceso. Este gobierno dio contratos sin concurso como regla, con el obvio resultado en corrupción de donde surgieron nuevos ricos guindas; en este manejo presupuestal no hubo transformación. Vivimos en una fuerte inseguridad pública, no contamos con policías profesionales y sus titulares son fuereños; nada de transformación en este campo.
Las habilidades recaudadoras ilegalmente son del dominio público en manos de la Procuraduría del Medio Ambiente, la policía vial, Tránsito y las grúas; ese robo abierto no puede ser transformación positiva, es más de lo mismo. Son cinco años de represión al opositor y de insultante frivolidad; han dado muestras de crueldad junto a acciones de juego y culto al ego; no fueron diferentes ni transformaron nada en trato al disidente y utilización del poder.
No han hecho algo diferente y superior como para que hablen de transformación. Es una palabra hueca. Es parte de su demagogia manipuladora. Para no pensar ni dar explicaciones han hecho de esa expresión un estribillo y una cantaleta. Es un recurso retórico. Dice todo y no dice nada. Es su refugio ante lo vacío de su propuesta. Sobre todo en Veracruz, no tienen nada que ofrecer como realidad transformada. Son mito y cascarón.
Recadito: vamos de gane si el próximo gobierno sabe leer y escribir.