Quebradero

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Más corruptos y más corrupción

 

Por Javier Solórzano Zinser

Por lo general toda evaluación que se hace desde el exterior a los gobiernos termina por sacarles ronchas, existe en muchos casos incluso un desdén.

Por supuesto que si las cosas son favorables todo termina por ponderarse en el jolgorio interno, haciendo ver cómo desde el extranjero se reconoce lo que se está haciendo.

Las mediciones de dentro y fuera son fundamentales para el quehacer gubernamental.

En la medida en que sean precisas, se convierten en un elemento clave para el diseño de políticas públicas con bases claras que permiten que los objetivos de los gobiernos puedan alcanzar la mayor de las certezas.

A nadie le gusta que le digan cómo va su país si el balance con base en los estudios resulta negativo. Sin embargo, la mejor forma de gobernar se basa en los mejores diagnósticos que se puedan tener, los cuales se logran a través de investigaciones, estudios y análisis, vengan de donde vengan.

Hace pocos años Transparencia Internacional en su sección México presentó un estudio de evaluación sobre la percepción sobre corrupción y transparencia en el país. El resultado mostró una ligera mejoría, lo que provocó el jolgorio y la fiesta en el Gobierno de López Obrador. Se puso como ejemplo de cómo la lucha contra la corrupción había avanzado de manera importante, incluso llevó al otrora presidente a asegurar que se había acabado con la corrupción.

La declaración en medio de la efusividad chocó en el corto plazo con la siempre ruda terca realidad; sin embargo, el estudio de Transparencia Internacional fue usado un buen rato con fines propagandísticos.

Ayer que le preguntaron a la Presidenta sobre los resultados del nuevo estudio acabó por darle vueltas a su respuesta. El país tuvo una baja significativa en la percepción sobre corrupción, lo que llevó a ubicarnos en el nivel más bajo desde 2010.

Para responder, la Presidenta salió en defensa del “presidente” López Obrador bajo el argumento de que no se entiende el porqué de los resultados, siendo que terminó con 80% de popularidad.

No quedó claro qué tenía que ver una cosa con otra, pero la Presidenta presentó el argumento como un elemento que presumimos buscaba desacreditar la encuesta de Transparencia Internacional. Sin embargo, resulta que el mismo trabajo, metodología y la misma organización que lo hizo hace pocos años, la cual califica un avance en la lucha contra la corrupción en México, años, después presenta un nuevo estudio con resultados que muestran una caída significativa se desacreditan.

La lectura de las cosas pierde de vista la utilidad del estudio, se soslaya la posibilidad de tener un diagnóstico de cómo va el país en un área particularmente sensible como es la corrupción.

El Gobierno puede responder lo que en el pasado sexenio llamaron “otros datos”, pero lo de Transparencia, es un elemento por considerar desde cualquier ángulo.

No tiene sentido minimizar el estudio, porque Transparencia tiene un reconocimiento internacional y porque es una muy importante herramienta para el diseño de la gobernabilidad.

La corrupción no se acaba por decreto ni con buenas intenciones. En el país se nos aparece, lamentablemente en muchos ámbitos como una forma de vida.

No está en tela de juicio la popularidad de López Obrador. Esto no significa que haya vencido la corrupción. Es cuestión de revisar su administración para identificar los casos de corrupción que pasaron de largo.

Existe una corrupción soterrada que no se alcanza a ver y que mucho tiene que ver con los actos de gobierno, por más buena voluntad que haya detrás de ellos.

No está en tela de juicio la popularidad de López Obrador. Esto no significa que haya vencido la corrupción. Es cuestión de revisar su administración para identificar los casos de corrupción que pasaron de largo.

RESQUICIOS.

El súper TEPJF pide que cuatro ministros de la Corte se excusen de participar en la discusión sobre el amparo a la reforma judicial, se dice que se han manifestado en contra de ella y que es previsible su participación y voto. No estaría mal que el súper tribunal se plantee el mismo criterio para las tres ministras de Morena que si algo han hecho es apoyar la reforma.