La supresión de las minorías

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Por Fernando Vázquez Rigada

La sobrerrepresentación es la peor amenaza a la democracia mexicana en décadas.

No hay peor temor que sentirse indefenso. Agosto y septiembre definirán, por un puñado de consejeros y magistrados, si a una mayoría se le otorga el poder para suprimir a las minorías del país.

Eso es lo que está en juego con la sobrerrepresentación. No abundaré la ilegalidad de la misma. Se ha escrito y expresado mucho. Me enfocaré en su ilegitimidad y sus riesgos, brutales.

Vivimos un atentado, (aún) en grado de tentativa, para eliminar los derechos de las minorías.

López Obrador estaría terminando su sexenio con un impulso represivo. Lo que intenta el presidente —si lo dejan e INE y el TEPJF— es arrasar a las minorías: reduciendo su representación en el Congreso y eliminando la representación proporcional.

Se trata de un atentado contra la evolución constitucional y política del país que tiene un solo sentido: dar respeto, representación, protección y empoderamiento a las minorías y, a contrario sensu, contener y limitar a las mayorías.

López Mateos abrió una minúscula presencia a la oposición vía 20 diputados de partido, de un total de 210. Luego vino el ataque al Cuartel Madera, el 68, el halconazo, las guerrillas. Fue el talento de Jesús Reyes Heroles el que abrió las compuertas: legalizó el Partido Comunista y el sinarquismo. Creó la representación proporcional con 100 diputados. De la Madrid la amplió a 200. Salinas creó las senadurías de primera minoría y Zedillo las 32 de representación proporcional.

Tenían razones de fondo. Los conflictos sociales crecían. La sangre llegaba con mayor frecuencia al río. La represión también. Los fraudes abundaban. El sistema electoral hacía que el que ganaba, lo ganaba todo. Me explico: si el PRI entonces ganaba los 300 distritos con 51% de los votos, se quedaba con el 100% de la Cámara. El 49% de las y los mexicanos que habían votado en contra, se quedaban sin representación y sin voz.

No existían.

Las oposiciones tuvieron 44% de los votos para diputados federales, el oficialismo pretende reducir su representación a 25%. Con ello, desaparecen millones de votos.

Peor: las minorías se quedan sin representación ni posibilidades de aprobar nada, pero también sin defensa.

La Constitución establece que, para evitar los excesos de las mayorías, los partidos de oposición pueden interponer recursos ante la Suprema Corte, siempre y cuando cuenten con 33% de los asientos de la Cámara.

Adiós.

Si, además de esto, se suprimen los legisladores plurinominales, la presencia de la oposición se reduciría en más de 84 diputados y 14 senadores.

La conformación quedará así: 44 diputados federales para el conjunto de las oposiciones: el 14% del total de diputados, pese haber obtenido, repito, el 44% de los votos;  Senadores: 4 de mayoría (sólo se ganaron Querétaro y Aguascalientes) y 26 de primera minoría: 30, equivalentes al 31% de la Cámara con el 41% de los votos.

A mi juicio, la más perjudicada con esto sería, paradójicamente, la nueva presidenta. De aprobarse este paquete salvaje, se cierran las puertas de la participación y la representación política, pero quedan otros canales: menos cívicos, algunos violentos, otros ilegales, todos radicales, de expresión. Una bomba de tiempo para la gobernabilidad además de los efectos económicos que ya comienzan a sentirse.

De darse por voluntad de López Obrador, se le entregaría una manzana envenenada. ¿De quién serían esos rodillos legislativos? ¿De ella o de él?

Sheinbaum tiene la capacidad de pasar reformas sensatas a través de los mecanismos de la democracia: negociando con todas las fuerzas. Ganó con el 59.7% de los votos. Más que suficientes para darle legitimidad y fuerza negociadora.

Suprimir a las minorías, como desea López Obrador, tendrá consecuencias profundas y peligrosas. Primero, por incongruencia: la entrada de opositores fue producto de los movimientos sociales, de la izquierda reprimida y del PAN.

Segundo, porque abre la puerta de la violencia política. La inestabilidad de los 70s se dio por ignorar y luego reprimir a las minorías, pero nunca, ni por asomo, se acercaban al 44% del que hablamos hoy.

Tercero, porque, recordando a Tocqueville, las mayorías pueden ser tiranas. En el mismo sentido, John Stuart Mill abundó en “Sobre la Libertad”: los derechos de las minorías tienen que estar siempre protegidos legalmente de los excesos de las mayorías.

El mundo ha vivido atroces lecciones de los excesos de un poder sin contrapesos y de mayorías sin frenos. De Armenia a Ruanda; de Dred Scott y Jim Crawford a las leyes de Nuremberg, la historia alerta sobre la importancia de la sensatez y la moderación en el triunfo.

Ojalá lo entiendan antes que sea demasiado tarde.

 

@fvazquezrig