Quebradero

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La violencia y las cuentas alegres

 

Por Javier Solórzano Zinser

El Presidente es seguramente quien mejor conoce el país. Esto presupone que desde hace tiempo debiera tener un diagnóstico de los problemas que enfrentamos, particularmente en seguridad.

Pocos entienden como él la dinámica diaria de amplios sectores de la población, pero en cuanto al tema de seguridad no hay elementos para pensar que se estén cambiando los paradigmas.

Estamos ante el mayor problema que como país y sociedad tenemos ante la inseguridad lo que ha venido a provocar pérdida de territorio y una descomposición social y en muchos casos familiar. En algunas comunidades se han roto materialmente los hogares y ante cada muerte provocada por las razones que se quiera, las familias terminan por descomponerse aún más y por quedarse cada vez más aisladas.

Las respuestas ante esta dinámica son la migración ya no de una persona, sino de toda una familia, porque esto le permite a todos estar juntos y seguros; el crecimiento de solicitudes de refugio a EU cada vez es mayor.

El Presidente en sus muchos recorridos debió ir armando una estrategia que pudiera al menos atemperar la violencia. En un primer momento propuso la Guardia Nacional, lo cual se convirtió en una opción porque se diseñó pensando en un apoyo a los policías; sin embargo, pasaron los meses y la Guardia Nacional se convirtió en una extensión de las Fuerzas Armadas, el 80% de sus integrantes es de origen militar.

La pregunta bajo las actuales condiciones es si realmente cambiaron las cosas con la abrumadora presencia militar en las calles. Si hacemos un seguimiento puntual nos daremos cuenta que las cosas no son muy diferentes, las 180 mil muertes violentas son un indicador de que, a pesar de que se pondere en estos días que ha bajado la violencia, los indicadores acaban siendo la prueba de lo contrario.

No se soslaya que venimos en muchos sentidos de un desastre. El problema está en que no salimos de él y en muchos renglones se ha agudizado. Se presumía que el Presidente tenía un diagnóstico-país que permitiría enfrentar la violencia y la inseguridad, pero al final, en algún sentido, se utilizaron estrategias similares a las que se venían instrumentando en pasadas administraciones.

Todo indica que el Presidente no tenía un diagnóstico del todo preciso lo que le llevó a tomar una decisión contraria a lo que mucho tiempo expresó. Las Fuerzas Armadas están de manera rotunda en las calles en la gobernabilidad y en proyectos de gobierno.

Tarde que temprano, las Fuerzas Armadas tendrán que regresar a los cuarteles, pero mientras la condición del país sea la que se padece cotidianamente no hay manera de hacerlo, estamos en un callejón sin salida, porque no se resuelve el problema y tenemos a los militares por todas partes.

No se trabajó en el mediano y largo plazo, más bien se ha tratado de resolver las cosas en el corto plazo ante un problema que requiere de inversión económica, de procesos formativos de los policías y las Fuerzas Armadas y en el camino también de la ciudadanía.

Son tiempos en que las cosas se cruzan en todos los terrenos. El proceso electoral que tenemos por delante está pasando por un muy delicado momento en razón de que se han agudizado los problemas de la violencia político-electoral.

Se podrá responsabilizar a unos y a otros, pero el gran asunto radica en que estamos en medio de confrontaciones y polarizaciones que mucho tienen que ver con el estado de las cosas y con la gobernabilidad. El proceso electoral se convierte en detonador de más hechos de violencia en donde los grupos delincuenciales tratarán de imponer condiciones.

Ante la inseguridad, diversos investigadores tienen otros datos, quizá los avances sean menos de lo que nos dicen.

RESQUICIOS.

Dice el Presidente que el gobernador de Guanajuato gobierna, pero no manda. Sería bueno preguntarse cuántos gobiernos estarán en la misma ruta, pongamos en el radar a Guerrero, Morelos, Sinaloa, Zacatecas, Michoacán y si quiere le seguimos.