Quebradero

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Un millón y medio

Por Javier Solórzano Zinser

Chicago.- Se estima que en esta ciudad viven cerca de millón y medio de mexicanos, incluyendo los suburbios.

La presencia nacional es palpable. No solamente tiene que ver con la influencia en aspectos que son motivo sistemático de referencia como la comida, también se aprecia en el trabajo en todos los órdenes y en el desarrollo de la ciudad.

Platicando con muchos de ellos nos cuentan una gran cantidad de historias que merecen toda nuestra atención. Ponen por delante el nacionalismo de una manera vehemente, “podremos llevar mucho tiempo viviendo en EU, pero nuestra alma nunca deja de ser mexicana”.

Esto podrá ser casi parte de una canción, pero en el fondo es un sentimiento bajo el cual viven su cotidianeidad. Muchos quisieran regresar, pero entre que se van acostumbrando a vivir en Chicago, con todo y el inclemente frío, y que no tienen expectativas laborales como para regresar, optan por entender que su vida cambió y que forman parte de una generación que es al mismo tiempo estadounidense y mexicana.

Vivir en Chicago es atractivo, pero es también un lugar cargado de altas dosis de racismo, particularmente en los últimos años se ha incrementado la mano de la polarización política que se vive en el país.

El crecimiento de la ciudad va aparejado de la irrupción cada vez más influyente de los migrantes. Es una ciudad en donde prevalece la presencia mexicana y a diferencia de otras ciudades en donde hay una gran cantidad de migrantes de otras nacionalidades, Washington es ejemplo del crecimiento cada vez más mayor de la comunidad salvadoreña, en Chicago las cosas son claramente de otra índole.

Los migrantes mexicanos son de diferentes estados, prevalecen los y las de Jalisco, pero en general, hay una diversificación que llega a sorprender. Hay una gran cantidad de migrantes capitalinos que vinieron a buscar trabajo y que han logrado en un buen número de casos conseguir empleo llegando a traer a la ciudad a sus familias.

Hemos podido platicar con varios de ellos que en algunos casos son profesionistas egresados de instituciones como la UNAM y el IPN. Han logrado desarrollar su profesión y son reconocidos por su capacidad y preparación. Nos dicen con cierta nostalgia que les gustaría regresar, pero no encuentran razones laborales para hacerlo a lo que se suma el temor por la inseguridad.

Lo que viene a ser una especie de constante es que los migrantes tienen la idea, con cierta razón, que en México no se les valora en función de lo que ellos hacen y el respeto que se han ganado, “para los gobiernos lo que es relevante son las remesas, difícilmente piensan en nosotros de otra forma”.

Sigue teniendo razón el siempre recordado Jorge Bustamante, fundador del Colef, cuando nos decía que en México no se dan manifestaciones en favor de los migrantes, se concentra en las remesas y se ha perdido de vista el proceso por el cual pasan para conseguir un mínimo de estabilidad en EU.

El Museo Nacional del Arte Mexicano, ubicado en una zona con alta influencia mexicana, es una manifestación realmente atendible de la mexicaneidad por lo que muestra del país y por lo que los migrantes han construido para prevalecer y estar en todos los niveles con sus orígenes. Se ha ido convirtiendo desde principios de los 80 en uno de los ejes de la mexicaneidad en Chicago. Es una forma, nos dicen sus directores, “de mantener el alma mexicana”.

Le preguntamos a Carlos Tartolero, fundador del museo, sobre cómo se veía México desde Chicago. “Creo, nos dijo, aunque parezca extraño que hay una visión hasta cierto punto racista, no se dan cuenta que somos mexicanos y que somos parte de una nación de 170 millones de personas en todo el mundo”.

RESQUICIOS.

Los mexicanos tarde que temprano serán la primera minoría en Chicago. El español se habla en casi toda la ciudad, la comida es un factor presente por todos lados, las manifestaciones artísticas son cada vez más reconocidas; EU ya no puede concebirse sin la mexicaneidad.