La vida cotidiana

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Por Uriel Flores Aguayo

Las campañas electorales tradicionales, también por obligación legal, presentan los proyectos de gobierno y país que le ofrecen a los electores. Son documentos necesarios. Más que nada son referente y guía, lo que da color e identidad a los seguidores.

No es mucho lo que ponen en práctica y lo cambian cuando quieren. Sin ideologías articulan lo que pueden, fantaseando con grandes hazañas. Hablan de lo grande, que es clave en las necesidades del país. Son las políticas públicas centrales (salud, educación, seguridad, etc.) más el presupuesto y las obras que siempre pretenden un lugar en la historia. Hacen documentos y foros, lo exponen en los medios y en los debates. Son los grandes asuntos supuestamente diferenciadores de proyectos y figuras.

El peso mayor en la obtención de votos lo tiene el nivel de las candidaturas: que digan algo, que sean frescas y motiven. Imagen, narrativa y discurso dan forma a candidaturas atractivas. Con tres o cuatro puntos es suficiente para conquistar simpatías y adhesiones. Las fortalezas de los aspirantes a cargos relevantes se construyen con tiempo, imaginación y dinero. Salvo por el carisma y los aparatos de apoyo las candidaturas se parecen en lo general; más o menos.

Se deja de lado lo cotidiano en la gente. No luce, no les parece necesario. No hablan de las arbitrariedades que cometen policías y tránsitos en contra de gente humilde. No ofrecen medidas concretas que liberen al ciudadano de las extorsiones y asaltos oficiales. Eso les interesa a muchas personas.

No hablan del servicio de transporte urbano y rural. Caótico, sucio y peligroso. Es una espantosa realidad cotidiana para miles y miles de personas sobre todo en las ciudades. Son problemas visibles que tienen solución con sensibilidad y voluntad. No se requiere más que estar en las paradas y abordar los autobuses para constatar las pésimas condiciones en que se presta el servicio. Es denigrante la forma en que se tiene que transportar la gente.

Las anomalías son solapadas por las autoridades correspondientes. Tienen nexos de corrupción y control político. Hay que romper esas cadenas que terminan afectando a los usuarios. En las ciudades se debe suprimir la policía vial y el sistema mafioso de las grúas privadas.  Esas figuras exprimen a los ciudadanos.

Si en algo ha exhibido su fracaso e incoherencia este gobierno es en el sistemático robo al pueblo. Así como esos hay otros muchos problemas de cada día en los que la gente pasa problemas. Se les debe hablar de eso y ofrecer soluciones. El grueso de la población quiere una mejoría en sus condiciones concretas de vida, en lo cotidiano de su movilidad y acceso a alumbrado público, agua potable y espacios recreativos, entre otros asuntos. Eso le preocupa. Es lo que puede ser de su interés y lograr que voten. No están enterados de los ataques a la Corte ni en el derroche con los elefantes blancos. Tal vez ni les interese. Lo suyo es el día a día.

Quien les hable de lo que les preocupa directamente podría obtener su apoyo. No es casualidad que el gobierno federal aumente las pensiones en año electoral; va por votos. Lo moral es asunto de moras para los seudo transformadores.

Recadito: ¿Democracia o autocracia…?