Quebradero

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Sin rumbo y abrumados

 

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

El Presidente, es bien sabido, es el centro y eje de la vida política, y más allá de ella, del país. A nadie le pasa por alto el peso que tiene y, sobre todo, cómo ha logrado convertirse en el eje de nuestra narrativa cotidiana.

Sin embargo, nuestra vida ni comienza ni termina con él, como en muchas ocasiones se ha querido hacer ver. Buena parte del discurso de críticas al pasado busca que el proyecto de la 4T, el cual a veces es difícil de entender, sea la piedra de toque de la sociedad. No se pasa por alto que muchos de los problemas que tenemos son parte del pasado ominoso, pero no es el mal de todo lo que vivimos, es más bien un discurso político e ideológico.

La sistemática crítica al pasado pretende ser una narrativa fundamentalmente política, la cual se va a intensificar en función del 2024. Se trata de no dejar de fustigar tiempos idos para hacer ver que lo vivido en estos casi cinco años es la opción de transformación para el país, lo cual desde donde se vea está por comprobarse.

La oposición se la ha pasado señalando al Presidente. A lo largo de estos años López Obrador ha superado con relativa facilidad todo lo que le dicen, si voltea o no, ante la andanada que le lanzan a diario da igual, porque en el fondo no trasciende. Entre otros muchos mecanismos para eso tiene los miércoles que en el fondo de lo que se trata es de responder, aunque al hacerlo no tenga nada que ver con lo que está pasando.

Las y los suspirantes a la Presidencia tienen al Presidente como su eje crítico y su obsesión. No parten de un proyecto de gobernabilidad que permita que la sociedad tenga alternativa. La popularidad de López Obrador, por más que muchos de sus proyectos de gobierno sean mal evaluados, no se ve que vaya a cambiar.

La oposición difícilmente va a ganar la narrativa y la agenda de no ser que surja un proyecto sacudidor que enarbole alternativas reales y concretas que coloquen no sólo al Presidente bajo la crítica, sino también a todo el proyecto de gobierno que, como sea, con luces y sombras, sigue vigente y avanza.

Andan tras un milagro o ante una caída del Presidente que como hemos visto cuando se cae, se cae para arriba. No andan tras un proyecto de gobernabilidad que permita a la sociedad tener miradas diferentes y, sobre todo, imaginar la posibilidad de comparar para decidir.

A pesar de que seguramente habrá muchos jaloneos en la elección de Morena, los cuales podrían llevar a desenlaces inesperados, su proceso por ahora les está dando resultado. El problema que se les viene es ver si las autoridades electorales les ponen un alto a esa trampa, que significa asegurar que están eligiendo a un defensor de la 4T, cuando es evidente y claro que están eligiendo a un candidato o candidata con una antelación que viola las leyes electorales.

La reunión de fin de mes de la oposición, para tratar de definir las reglas para elegir a sus representantes, no pinta bien. Mientras los dirigentes de los partidos quieran tener el pleno control del proceso y en algunos casos como en el PRI coqueteen con ser candidatos, se va a ir perdiendo el sentido de alternativa, porque una de las maneras en que se debe enfrentar el proceso del 2024 es bajo la dinámica de la ciudadanización, lo cual, de entrada, significaría que los partidos jueguen un rol distinto sin dejar de ser estratégicos en lo electoral para la decisión.

Lo que por ahora es claro es que las y los suspirantes de la oposición no tienen la más remota idea de dónde van las cosas. Si bien falta tiempo para el 2024 lo que se alcanza a apreciar es que la oposición no tiene la más remota idea de qué hacer.

El Presidente y Morena los tienen materialmente abrumados.

RESQUICIOS.

La decisión de la presidenta municipal de Tijuana de vivir en los cuarteles es en algún sentido una muestra del fracaso de la estrategia en seguridad. El problema para los tijuanenses es que no se pueden ir a vivir a los cuarteles para que los cuiden.