Los tiempos del Plan B
Por Javier Solórzano Zinser
El Plan B está en espera de su aprobación. Habrá un ensayo de debate, pero la decisión está tomada.
Es un enigma lo que se pueda venir, porque antes de que pase por una eventual aplicación dentro del proceso electoral habrá que ver qué sucede con las muchas impugnaciones que ya tiene en la Corte.
El Presidente ha venido insistiendo en que al no haber sido aprobada la Reforma Electoral en su conjunto lo que se ha venido aprobando del Plan B no cambia las cosas. Sin embargo, sí las cambia porque la reducción de presupuesto, entre otras propuestas, va a llevar al despido de una gran cantidad de trabajadores que a lo largo de todos estos años se han venido profesionalizando.
Todos los problemas que durante mucho tiempo se han tenido en el desarrollo profesional del país pasan porque una buena cantidad de trabajadores van brincando de un lugar a otro y no logran especializarse. Las y los trabajadores del INE han desarrollado una cultura y formación en temas electorales que les ha permitido ser una de las claves para la efectividad y confiabilidad en las elecciones.
El Presidente ha venido instaurando un discurso profundamente crítico contra el INE. En muchos casos lo ha personalizado particularmente en dos de los consejeros, quienes han tratado de responder a cada una de las críticas sin dejar la plaza vacía y sin permitir que las cosas sigan de largo.
Todo lo que rodea al Presidente, léase “corcholatas”, dirigentes del partido y legisladores, lo han acompañado en su crítica frontal hacia el INE. Han logrado que se haya creado una narrativa que le viene bien, digamos muy bien, al Presidente.
Poco acaban importando los argumentos en contra de esta narrativa. Lo que se ha tratado de hacer, de hecho se está logrando, es crear entre los millones de seguidores del mandatario la idea de que el INE es un estorbo.
A pesar de ello, la credibilidad y aceptación ciudadana hacia el instituto siguen siendo considerables. Quizá ésta es una de las razones por las cuales el Presidente menosprecia y desacredita la manifestación del próximo domingo. Sabe que de alguna manera se ha incubado un movimiento que puede tener diferentes vertientes.
Por un lado, está la posibilidad de que en un asunto muy concreto y profundamente sensible como es el destino del INE, no sólo la oposición partidista sino también la crítica ciudadana puedan cohesionarse. La pasada marcha sumó voces disímbolas que encontraron en la defensa del INE un punto de encuentro.
Por otro lado, está el hecho de que cada vez más ciudadanos se puedan sumar a la manifestación. El Presidente tiene sistemáticamente a sus “adversarios” en su radar, lo cual le permite recordárselo a sus millones de seguidores. En algún sentido también lo hace para preparar un estado de ánimo respecto a los escenarios que pudieran venir, los cuales no necesariamente podrían terminar bajo su control. Lo que hace es identificar con claridad a sus militantes quiénes son los “adversarios”, o quizá el “enemigo”.
Lo que se está jugando con el tema del INE es el futuro inmediato y mediato del país. Muchas de las críticas que desde el oficialismo se han hecho al Instituto deben ser consideradas, pero muchas otras lo que buscan es crear condiciones para tener el control de una institución que adquiere sentido, valor y trascendencia para la democracia a través de su capacidad de gestión y sobre todo su autonomía.
Existe otro problema que no se ve cómo se vaya a resolver. No hay canales de comunicación para llegar a entendimientos, que no “cuotas” o “moches”.
Está cantado que todo terminará en la Corte. Lo que está pendiente son los tiempos en que el Presidente establecerá aprobar su Plan B.
RESQUICIOS.
El 24 de febrero se cumple un año de la invasión de Rusia a Ucrania. El conflicto está lejos de resolverse, más bien no hay día en que se deje de intensificar. No se le ve una salida y se va incubando la posibilidad de un conflicto de mayores dimensiones.