Quebradero

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Pocos espacios para la convivencia

Por Javier Solórzano Zinser

El reportaje sobre el hijo del Presidente y la casa en Houston no va a pasar a segundo plano, porque no pareciera que exista, por lo menos hasta ahora, una explicación clara sobre el entorno y lo que eventualmente está detrás.

Pudiera ser que el tema termine por marcar a López Obrador. Es un asunto que ha trascendido por más que el Presidente esté tratando de distraer la atención pública con otros asuntos, va quedando claro que el tema Houston se está convirtiendo en un dolor de cabeza para el Presidente el cual trae indicios de que estará entre nosotros lo que falta del sexenio y algo más.

Una de las claves para responder y cambiar el sentido de las cosas está en las respuestas. Lo que se dio a conocer el domingo por parte del hijo del Presidente y su esposa no resuelven el problema, más bien deja la impresión, bajo una primera mirada, que abre nuevas vertientes que no le van a venir nada bien a los involucrados.

El Presidente se ve molesto y no se aprecia que se esté discutiendo el complejo tema al interior de su equipo. La reacción del viernes al presentar el salario del Loret de Mola evidenció un intento de ataque al reportero, más que una respuesta que tuviera que ver con el reportaje mismo.

El intento de reacción fue tan rápido que quedó la impresión de que no se reflexionó ni se analizó lo que se tenía que hacer. Más allá de faltas de ortografía en el texto, se pasa por alto que Loret ya no trabaja desde hace unos años en Televisa.

Presumimos que si algo no quería el Presidente era dejar la plaza vacía, porque podía ser ocasión para que se produjeran más críticas y escarnio derivadas del reportaje. La respuesta presidencial le dio un poco de aire, pero no más que eso, durante los últimos tres días la crítica se ha intensificado a grado tal que se han abierto nuevos frentes.

Lo que hemos visto estos días y a lo largo del sexenio en la relación del Presidente con los periodistas lo muestra con altos niveles de intransigencia. Por más que a lo largo de mucho tiempo López Obrador haya sido un sistemático crítico de las y los periodistas esto no significa que deba pasar por alto las observaciones, la crítica y los reportajes en los cuales su gobierno son el centro.

Es tal la distancia que ha tomado López Obrador con los periodistas que le son críticos que ha terminado por perder un instrumento fundamental para la gobernabilidad. Mientras la tendencia sea sólo la de pensar que el buen periodismo es el que lo reconoce, avala y defiende va a ir perdiendo la necesaria capacidad de autocrítica y de tener referentes.

El Presidente está desde hace un buen tiempo identificándose y atendiendo sólo lo que le es afín, lo cual lo está llevando a una mirada unilateral de la vida del país.

La confrontación con los periodistas no va a parar. Está en la naturaleza del Presidente y lo reafirma cada vez que puede con el falso silogismo de estás conmigo o estás contra mí el cual lleva a un callejón sin salida, porque no hay manera de un mínimo entendimiento.

Los tiempos de definición de los periodistas, a diferencia de lo que piensa el Presidente, están con su profesión. La idea del periodismo militante lleva a que la profesión se identifique con las causas las cuales hay muchas maneras de verse y analizarse, al tiempo que son susceptibles de la necesaria crítica y que pueden terminar siendo coyunturales.

Las y los periodistas no tienen por qué definirse por el proyecto del Presidente. La mejor definición es lo que tiene que ver directamente con el ejercicio de su profesión.

Hoy como siempre las y los periodistas estamos obligados a hacer bien nuestro trabajo sin olvidar autocrítica.

Habrá que encontrar espacios para vivir estos años

RESQUICIOS

Cada vez hay más evidencias de que el caso Lozoya no es lo que nos quisieron vender que era. Todo lo que se dijo: las referencias a Peña Nieto, Videgaray y la larga lista están a nada de la nada.