Quebradero

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Los retos con o sin clases presenciales

Por Javier Solórzano Zinser

Un elemento central en el regreso a clases ya sea presencial o a distancia está en detectar lo más pronto posible, el conocer en la medida de las posibilidades, el nivel educativo del país.

Partamos de algo previsible, la educación es desigual. Seguramente habrá diferencias sustanciales en un estado y otro e incluso en un mismo estado. Estamos cerca de tener qué tan marcadas son las diferencias a partir de nuestro desarrollo desigual.

El acceso a Internet va a ser un elemento que puede marcar en términos nacionales diferencias; sin embargo, hay elementos fundados para presumir que en algunos estados la vocación y trabajo de las y los maestros se mantuvieron contra viento y marea y repercutió positivamente entre los estudiantes.

Así como con razón justificada hemos valorado y reconocido a los trabajadores del sector salud, estamos obligados a hacer lo propio con una enorme cantidad de maestros que han hecho una labor encomiable y de enorme relevancia para la educación del país.

Los muchos rompimientos que se han presentado en el proceso escolar por la pandemia han cambiado el desarrollo de los estudiantes, el cual de por sí ya pasaba por un proceso de profundos cuestionamientos. Desde antes de la pandemia estábamos en debates y discusiones de enorme relevancia sobre el rumbo del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Las reformas educativas de la pasada y presente administración de alguna manera tocaron fibras importantes del cómo desarrollar y transformar la educación. Hemos estado atrapados en discusiones que no necesariamente han sido estratégicas para el desarrollo del proceso porque es lo que se ve en algunos casos.

Seguimos con discursos como el del líder del SNTE, con una interminable lucha política en la que están metidos los sindicatos, gobiernos, la burocracia y el uso que los partidos políticos han querido hacer del magisterio.

Si bien el tema estos días es aclarar pros y contras del regreso a clases presenciales, el asunto de fondo, el cual tiene que ser parte de una discusión entre el magisterio, especialistas y la SEP, es cómo cuadrar la enseñanza en el país.

Muchos de los contenidos y metodologías que han prevalecido hoy con razón siguen siendo cuestionados. Por más obvio que nos parezca los niños de hoy no tienen nada que ver con los de hace 20 años. El desarrollo de las tecnologías cambió la convivencia y los procesos educativos.

La formación escolar pasa hoy por una gran cantidad de variables a considerar a lo que se suma el elemento que cambió nuestras vidas y en particular la de las niñas, niños y adolescentes, la pandemia.

La socialización está pasando por una inevitable transformación que no solamente obliga a atender el cómo desarrollar la relación maestro-alumno. Las y los profesores están también en medio de una coyuntura que es inédita, deben entrar a los salones de clase con un pensamiento muy distinto del que tenían hace un año y medio, las dinámicas y las exigencias en los salones de clase van a ser distintas.

Otro componente de la fórmula escolar pasa por los contenidos y las metodologías de enseñanza-aprendizaje. La ubicación de los maestros y los estudiantes en el aula va a marcar una dinámica organizacional distinta, va a obligar a la distancia y a un mínimo contacto físico, por no decir nulo.

Regresar a clase presencial va a ser casi un volver a empezar en forma y fondo. Las dos cosas van juntas, pero la forma va a determinar que las relaciones al interior de la comunidad escolar sean marcadamente diferentes.

Un reto más será emparejar el proceso educativo entre los estudiantes lo más pronto posible. Tengamos claro lo que tenemos que atender y debatir con clases presenciales o sin ellas.

RESQUICIOS

Era previsible el final. Enrique Márquez no podía mantenerse en su cargo porque perdió credibilidad, por cierto, no sólo en la comunidad cultural. Todo indica, como decíamos hace unos días, que Jorge H. Hernández tiene y tiene razón.