Clases presenciales, ¿vale el riesgo?
Por Javier Solórzano Zinser
La pandemia está de nuevo en puntos climáticos. Las razones pasan por los terrenos del gobierno porque se ha presentado cierto relajamiento.
Se ha interpretado de muchas maneras el tema del semáforo, la suspensión de las conferencias de prensa vespertinas, la relajación de actividades con el aval de los gobiernos y porque muchas de las políticas de salud, —lo que incluye una lenta vacunación—, no se han cumplido.
Las responsabilidades no son sólo del Gobierno federal y los estatales. Los ciudadanos somos parte importante del proceso de contagio y tenemos que ver con la llegada de la tercera ola.
Es entendible el hartazgo y la necesidad por salir. Para todos ha sido complicado, pero es evidente que un amplio sector de la población ha estado por más de un año entre la espada y la pared. En esto de nuevo aparece el gobierno, porque no apoyó a las pequeñas y medianas empresas, lo que produjo altos niveles de desempleo.
La política de austeridad fue llevada a los extremos. Muchos de los problemas económicos se pudieron atemperar con medidas flexibles sin por ello pasar por alto la importancia, con alta dosis de obsesión, del Presidente por ahorrar.
La tan anhelada recuperación económica va para largo por más que se hable y pondere el crecimiento para este año y el siguiente. Para entender lo que viene no perdamos de vista el deterioro económico de estos dos años, lo que puede colocar cualquier pronóstico de crecimiento en terrenos cuestionables.
Lo que es un hecho es que la pandemia está de nuevo de manera severa entre nosotros. El número de contagios es similar al que teníamos hace un año, lo que hace diferentes las cosas, y es una gran noticia, es que los fallecimientos son por mucho menores a lo que vivimos.
Sin embargo, todo lo que se haga en los próximos meses obligadamente debe pasar por esta consideración con todo y los anhelos y la necesidad de ir de nuevo a lo que llamábamos “normalidad”. La vida cambió y a partir de la pandemia nuestros hábitos, nuestras relaciones sociales y laborales, todos lo sabemos, ya son otras.
El sector educativo es el que más se ha visto afectado. No sabemos por ahora cuáles serán los resultados de lo que se ha hecho, sobre todo porque por más que no les guste los procesos de evaluación, éstos terminan por ser indispensables para conocer el avance de los estudiantes.
Es necesario conocer a detalle qué tanto han avanzado los estudiantes en medio de los escenarios inéditos. Existen elementos para, en lo general, conocerlo, pero solamente cuando se acceda al siguiente curso escolar se podrá saber qué tanto han avanzado.
La labor del magisterio ha sido titánica al igual que la de madres y padres de familia a quienes también les cambió su intensa cotidianidad.
Las cosas van a seguir siendo muy complicadas. Si tenemos una tercera ola con un alto nivel de contagios, particularmente entre la gente joven, a lo que hay que sumar el pausado proceso de vacunación, las posibilidades de que se pueda dar el regreso a clases presenciales todavía se ven remotas.
Lo expresado por el Presidente pareciera perder de vista el actual estado de las cosas. Con la pandemia como está, el regreso pudiera crear condiciones abiertamente adversas entre las familias. No es casual que instituciones como la UNAM, IPN, UAM y muchas otras hayan decidido mantener las clases virtuales ante el repunte de la pandemia.
La tercera ola llega por variantes del virus, por la relajación de las actividades, por el discurso oficial y porque los ciudadanos no hemos hecho lo que nos corresponde.
¿En verdad bajo estos escenarios se puede regresar a clases presenciales en agosto?
RESQUICIOS
Llevamos años preguntándonos quién defiende a los defensores de los derechos humanos. Las circunstancias bajo las que viven los colocan sin exagerar entre la vida y la muerte. Ellas y ellos han sido y están siendo la esperanza y alternativa de miles de personas.