Carta al rector de la U. V.

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Por Jaime Fisher

Martín:

Heme aquí otra vez, contra mi voluntad y querencia más íntimas, obligado a invertir tiempo en escribirte. Pero es que tus últimas acciones -o más bien, tus más recientes obscenidades- no pueden ser dejadas cruzar nomás así, como si se tratara de unas cuantas martinadas más, y permitirles irse a la deriva, bordeando la cañada, sin respuesta, como si a mi lado pasaran con gran indiferencia.

Ora resulta que te quieres quedar en la loma más allá de lo acordado. Que la rectoría de la UV -esa que solías decir debía ser autónoma, democrática y crítica- te resultó insuficiente en sus largos 4 años de tinieblas. Ora quieres que te la prolonguen. Y también deseas que te la prorroguen. Quieres ora más de lo mismo. Ora -goloso que eres- la quieres toda para ti, completita y a perpetuidad, la rectoría. Rector vitalicio, faltaba más.

No sé si tú mismo te hayas llegado a creer las patrañas pseudo-legales que perpetran desde tu oficina, esa que convertiste en taller de comunicados anónimos y favores serviles. Porque, en algún recóndito lugar, tu precario sistema nervioso debe registrar que lo que estás haciendo no es legal, no es legítimo, no es moral. Sé que lo sabes. Y lo saben todos los que hoy te rodean dando jubilosos saltitos a tu alrededor. Pero ya probaste el sabor del poder, y te ha resultado más adictivo que cualquier teoría sociológica de esas que no hace mucho graznabas por el Instituto de Investigaciones Históricas.

Dicen tus saltimbanquis que la junta de gobierno está bien maiceada. Qué triste. Quienes debían ser contrapeso hoy son comparsa. Pinos, Folger, Morgado, Isunza, Franco, Vázquez, Zizumbo, Buendía, Monreal, nombres que algún día tendrán que explicar por qué, en vez de custodiar los intereses de la Universidad, se prestaron a ser coro de un rector-reyezuelo. A imagen y semejanza de tu líder has dicho: “al diablo las instituciones” y, en este caso, “al diablo la universidad y la legalidad”.

Y no me vengas con eso de que “se hace por la estabilidad institucional” o por “la continuidad de proyectos”. Eso es un tosco intento de justificar tu aferramiento al trono y al uso patrimonialista del presupuesto universitario. Eres un remedo de la frase señera: “Y no me vengan con eso de que la ley es la ley”, evacuada por ya sabes quién ¿En qué momento cambiaste la autonomía universitaria por la sumisión partidista? ¿En qué punto el rector “crítico” se convirtió en operador de (una facción de) la 4T? Quizá cuando entregaste -con servicial y por demás culiempiado ademán- aquel «reconocimiento” al inventor-gobernador Cuitláhuac García; acto que ha quedado grabado como uno de los momentos más ignominiosos en la vida de la Universidad, de Veracruz y de México.

A nadie engañas, Martín. No te engañas ni a ti mismo: esto que estás intentando (¿o lo está intentando alguien a través de ti?) hacer en la UV es un experimento político, que se prueba aquí porque es un campo controlado, casi como en un laboratorio. Pero si lo que intentas hacer se permite que ocurra, es decir, si el experimento resulta, se escalará a otros niveles: a gobiernos estatales, o a espacios nacionales. Lo que haces no es inocuo: es parte de un modelo autoritario que busca normalizar el atropello a la legalidad y, con ello, banalizar el mal. Si crees que no lo vemos, te equivocas. Y si crees que lo dejaremos pasar, también.

Hoy la junta de gobierno te aplaude. Tal vez mañana tendrás que rendir cuentas. Los rectorados pasan, pero las traiciones a la Universidad quedan. Y la tuya, Martín, está ya registrada en la historia de la UV. Sé que no te importa, pero igual te lo digo.

Te saludo -como siempre- con el afecto que tu conducta pública merece.

Jaime Fisher