La dictadura de estolidez
Por Aurelio Contreras Moreno
Los acontecimientos alrededor del al parecer inevitable declive de la República y la división de poderes que significa la reforma judicial, mantienen en estado de tensión a un país dividido y al mismo tiempo, han sacado a la luz las expresiones más primarias y rufianescas de la neoclase gobernante.
Tras la captura de los órganos electorales que le regalaron una sobrerrepresentación ilegítima en el Congreso de la Unión, el obradorato en el poder está fuera de control y siente que no hay límites para hacer con el país lo que quiera, bajo la falacia de que cualquier cosa que desee hacer –hasta la más absurda- cuenta con el respaldo del “mandato popular”.
Mientras ante miles de personas que le vitorean el presidente miente con desparpajo sobre un sistema de salud –quizás el más grande y criminal de sus fracasos- “mejor” que el de Dinamarca, los políticos de la mal llamada “cuarta transformación” se solazan en una borrachera de poder en la que desprecian cualquier voz, cualquier alerta que pueda despertarlos de una juerga que creen interminable y en la que pueden pasar por encima de quien sea y de lo que sea. Incluida la frágil legalidad que está a punto de extinguirse para transformarse en un autoritarismo delirante.
No hay norma que los afecte ni protocolo que les importe. Mucho menos, protesta que los conmueva. Al más puro estilo salinista, Morena y aliados no ven ni oyen a nadie que no sean ellos mismos. Y si surge un movimiento opositor a sus caprichos que represente alguna amenaza –aunque sea solo simbólica, como la de los estudiantes que rechazan la reforma judicial-, lo denigran, lo estigmatizan e incluso lo esquirolean. Para este mismo martes estarán movilizando jóvenes en todo el país para contrarrestar las marchas estudiantiles del pasado fin de semana. Porque pueden y tienen los recursos –públicos- para hacerlo.
Como se preveía, en el Congreso de la Unión habrá un diálogo de sordos y el Poder Legislativo se convertirá en una mera y vergonzosa oficialía de partes para dar trámite a los intereses del Ejecutivo, que no a los de la ciudadanía que, entre tanto, pareciera mantenerse en una especie de estado catatónico, desesperantemente absorta en contenidos basura como “La casa de los famosos” que la mantienen “narcotizada” y fuera de una realidad cuya magnitud no ha dimensionado todavía, pero que la va a alcanzar más temprano que tarde. Y cuando ya no haya marcha atrás.
Las redes sociales se han convertido en un campo de batallas sin final ni sentido, donde la razón ha sido desterrada y sustituida por el insulto, la descalificación tramposa, la ignorancia y la perversión del sentido de la realidad, en un afán por imponer narrativas dominantes pero, finalmente, falsas, en las que no cabe la pluralidad de ideas ni la libertad para expresarlas.
La pantomima de la supuesta “transformación” ha llegado a tal grado, que el obradorato pretende incluso imponer una concepción torcida sobre lo que llama “periodismo independiente” mediante textoservidores, amanuenses y principalmente bufones que, sin temor al ridículo, aplauden rabiosos al poder que les retribuye su servilismo con huevos fríos y pan aguado. Porque no se merecen más y así los tratan.
El nuevo régimen no iniciará hasta que asuma el poder Claudia Sheinbaum el 1 de octubre. Comenzará en cuanto se apruebe la reforma judicial –muy probablemente, este mismo martes- y desaparezca el país que se construyó en las últimas tres décadas, las de una transición democrática que ha sido derrotada por los verdaderos “emisarios del pasado” (Luis Echeverría dixit, para estar a tono).
Asistimos al comienzo de la dictadura de la estolidez, la sinrazón y el disparate, que amenaza con ser más violenta, más antidemocrática, más autoritaria y más perniciosa que la vieja “dictadura perfecta”.
Allá los que quieran seguir aplaudiendo.
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