El problema de la reelección

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Por Aurelio Contreras Barrales

Actualmente, el tema de la reelección es visto como “tabú” en muchos sistemas políticos del mundo, debido a que en la mayoría de los casos, esta figura que permite a un representante popular repetir en su encargo ha sido utilizada por infinidad de dictadores para perpetuarse indefinidamente en el poder, quienes suelen pasar por encima de la legalidad o modificarla a su modo para coronarse como monarcas de sus repúblicas simuladas.

A lo largo de la historia, particularmente de Latinoamérica, han destacado casos de personajes que lograron mantenerse en el poder gracias a las facultades reeleccionistas que les brindó la ley –la cual en muchas ocasiones fue modificada utilizando mayorías legislativas aplastantes–, como Manuel Estrada Cabrera en Guatemala, Benito Juárez y Porfirio Díaz en México, y Juan Vicente Gómez en Venezuela. En épocas más actuales han sido los hermanos Castro en Cuba, Alberto Fujimori en el Perú, Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, por mencionar algunos.

Recientemente, un personaje que logró la reelección violentando su propia Constitución fue el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Respaldado por su inmensa popularidad, Bukele afianzó a su partido, Nuevas Ideas, como el hegemónico en las elecciones intermedias de 2021. A pesar de contar con una aplastante mayoría parlamentaria que bien podría modificar los textos constitucionales, Bukele prefirió buscar su reelección sin importar que la Carta Magna de aquel país la prohibía. Solo requirió la aprobación del tribunal salvadoreño, sometido a su régimen, para encaminarse a un segundo mandato. Al día de hoy, no parece tener opositores que frenen su inminente perpetuación en el poder.

En México, la reelección en todos los niveles de la función pública fue prohibida inmediatamente después del derrocamiento de Porfirio Díaz, en pleno auge del movimiento maderista que salió avante de su travesía militar, y desde entonces fue satanizada ante el temor de que algún caudillo volviera a entronizarse. Aunque en 1927 el Congreso nuevamente reformó los textos constitucionales para permitirle al expresidente Álvaro Obregón reelegirse en el cargo, tras su asesinato, el nuevo partido en el poder, el Nacional Revolucionario (PNR), revirtió tal modificación en 1932, la cual en el caso del Poder Ejecutivo se ha mantenido intacta desde aquella fecha, a pesar de las no pocas intenciones de algunos presidentes por perpetuarse en la Silla del Águila.

Durante las últimas semanas, el tema de la reelección ha acaparado reflectores entre la opinión pública. En México ha sido ante la polémica e ilegal reforma estatutaria del Partido Revolucionario Institucional que permite a su dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, perpetuarse en el cargo hasta 2032, esto en contraste con la reforma constitucional que propone la presidenta electa Claudia Sheinbaum, en la cual plantea la prohibición de la reelección para todos los cargos de elección popular.

En el ámbito internacional tenemos en las principales planas de los medios de comunicación la fraudulenta elección presidencial de Venezuela, en la cual Nicolás Maduro Moros, presidente de la República desde 2013, se ha declarado triunfador para un tercer período consecutivo con el respaldo de la Consejo Nacional Electoral (CNE), después de un proceso comicial marcado por un grotesco fraude electoral en contra del candidato opositor, Edmundo González Urrutia. Este último, quien suplió la candidatura de la popular lideresa María Corina Machado –inhabilitada por el régimen chavista para poder competir por la Presidencia– lideró en casi todas las encuestas durante el proceso electoral por una diferencia de más de treinta puntos porcentuales sobre Maduro y su partido, el PSUV, cifras que se confirman con las actas electorales oficiales que sus simpatizantes lograron recabar antes de que la dictadura de Maduro se apropiara de las mismas, bloqueara el flujo de datos y lo declarara vencedor.

Las masivas protestas ciudadanas contra el fraude no se hicieron esperar y la respuesta del gobierno de Nicolás Maduro ha sido la brutal represión, la cual ha causado varios muertos.

Ante el cada vez más reducido apoyo internacional para la dictadura bolivariana, Maduro ha adoptado un discurso completamente demencial ante su notable desesperación por perpetuarse en el poder, lo cual se ratifica con la prohibición de redes sociales que ha impuesto. Hoy, gracias a su desmedida ambición de acaparar todo el poder, el régimen chavista se tambalea.

Se vislumbra también cierto riesgo en los Estados Unidos. A pesar de que este país permite la reelección presidencial, la vigesimosegunda enmienda lo limita para que el gobernante solo tenga derecho a ocupar por dos períodos el poder y no se perpetúe en el mismo, tal y como lo hizo Franklin D. Roosevelt. Sin embargo, el expresidente y actual candidato republicano Donald Trump levanta crecientes sospechas de ambicionar entronizarse en la Casa Blanca.

Una publicación de la revista Forbes [29|07|2024] detalla los dichos de Trump en un evento con evangélicos, donde les aseguró que “lo haría tan bien que en las próximas elecciones no tendrían que votar más”, lo que para muchos, incluyendo al redactor de estas líneas, es una insinuación de sus aspiraciones. Y es que no es la primera vez que el magnate hace alusiones a la posibilidad de perpetuarse en la Presidencia, ya que desde 2018 ha hecho referencia a ello bajo distintas tónicas.

Aunque el concepto de reelección es defendida por sus simpatizantes como una forma más de expresión popular –bajo el argumento de que no se le debe coartar la libertad a la ciudadanía de poder ratificar a un buen gobierno–, representa siempre un riesgo para que la democracia de un país prevalezca, ya que generalmente quienes ejercen un poder más unipersonal echan mano de esta figura para enquistarse en el Ejecutivo de manera vitalicia. Y cuando ven su poder amenazado, reprimen a las disidencias.

En pleno siglo XXI, cuando el sistema de democracia liberal ha tomado impulso en distintas naciones para garantizar regímenes políticos plurales, la madurez política global y el pleno goce de las libertades ciudadanas se ven amagadas por el riesgo de involución que representan estos liderazgos, que utilizan a los otros poderes del Estado para maquinar la eternidad de un régimen encabezado por ellos mismos.

Por lo tanto, mientras la sociedad aún tenga la capacidad de servir como contrapeso, es necesario utilizar el poder ciudadano para impedir que la tiranía logre imponerse.