El Gobierno como único frente
Por Javier Solórzano Zinser
En este final de sexenio si algo le va a acabar afectando al Gobierno va a ser, de hecho ya lo es, la ausencia de autocrítica. Las victorias electorales lo han ensoberbecido bajo el supuesto de que a partir de los triunfos llegan los resultados en automático para la gobernabilidad.
No hay indicios de acuses de recibo sobre los problemas en el gobierno de López Obrador y en diversos gobiernos estatales. Todo se remite al pasado como una fórmula que se va desgastando, porque el encargado de la ventanilla desde hace cinco años es el actual Gobierno quien es el responsable de dar resultados; dos temas traen a la sociedad contra la pared, la inseguridad y el deterioro del sistema de salud pública.
Cuando el Presidente es cuestionado en sus mañaneras con temas que no le parecen en la mayoría de los casos no deja terminar a sus interlocutores y sin escuchar lo que le plantean.
Esto lleva a algo que se ha venido dando de manera regular, no se hace caso a las críticas, opiniones y sugerencias. Al interior también se ha dado un proceso que va a repercutir, porque los cercanos al Presidente pareciera que optan por evitar las críticas internas por la forma en que pudiera responderles el mandatario.
No se puede decir que las cosas están mucho mejor. Hay avances importantes que en algunos casos va a ser complicado que se mantengan. Es un enigma cómo le vamos hacer para que las muy importantes políticas de ayuda a la gran cantidad de ciudadanos puedan mantenerse en los próximos años.
Mientras se siga viendo al adversario como enemigo, aunque se le diga adversario, vamos a seguir bajo una dinámica profundamente riesgosa que en caso de que Claudia Sheinbaum ganara las elecciones no hay indicios de que vaya a cambiar.
Ganar elecciones no significa que todo empiece y termine en los gobiernos. Experiencias en América Latina muestran los nuevos riesgos, porque la democracia más que servir para trascender sirve para enquistarse en el poder. Sin equilibrios y contrapesos los gobiernos se vuelven autoritarios provocando que estos escenarios sean para su beneficio.
Si bien no es el caso de México está claro que estamos entrando en un territorio en donde la atomización e impugnación hacia las instituciones busca que el Presidente concentre el poder haciendo a un lado fórmulas democráticas fundamentales como son los contrapesos y los equilibrios.
Algunos de los estados que encabeza Morena tienen resultados lamentables. No pueden seguir responsabilizando al pasado cuando en algunos casos llevan ya años en el poder. Lo que ha venido pasando es que las cosas se han deteriorado aún más.
El estado de las cosas no cambia para los ciudadanos y en lugar de tener gobiernos compartidos y equilibrados se gobierna como lo hace el Presidente, de manera unilateral bajo una nueva versión de “ni los veo ni los oigo”.
En la parte final del sexenio empiezan a aparecer asuntos en que no sólo se puede responder con la narrativa presidencial como si a partir de ella se construyera “la verdad” siendo que en más de alguna ocasión los hechos muestran lo contrario.
La mañanera va a pasar a la historia. Es un ejercicio inédito el cual debemos valorar porque a pesar de las muchas respuestas unilaterales del Presidente no se puede soslayar que se expone diariamente a preguntas directas, si bien muchas de ellas pasan por matices o por algo que podríamos llamar “sugerencias” de la Presidencia.
La autocrítica va de la mano del desconocimiento hacia interlocutores que tengan perspectivas diferentes. Se les desacredita bajo el poder indudable que tiene el Presidente.
López Obrador ha tenido y tiene como único referente a él mismo.
RESQUICIOS.
Hoy conoceremos lo que el Presidente imagina y quiere que sea el país. No queda claro por qué no lo hizo al inicio de su sexenio para que pudiera gobernar con sus propuestas. Se apruebe o no, ya dejó una herencia y línea a quien gane las elecciones, ya veremos qué hacen con todo esto.