Por Uriel Flores Aguayo
En forma abierta y descarada los gobiernos de Morena operan una elección de Estado. Solo alguien brutalmente despistado lo puede ignorar. Sus conductas anti democráticas son mostradas con orgullo y ostentación cínica. En parte por su soberbia, pero también como mensaje intimidatorio hacia la oposición y la ciudadanía. Van por la concentración absoluta del poder y con intenciones de perpetuar su imaginaria transformación que más bien es el culto a un autócrata iluminado.
Son cualquier cosa, pero menos demócratas. Niegan la pluralidad y están peleados con la verdad. Su esencia es la ocurrencia, la mentira y la demagogia. Para consolidar ese modelo sin su líder principal necesitan avasallar. Van a intentar todo, robarse lo que sea, incluso acudir a la violencia con el apoyo de la delincuencia organizada. Perdieron humanismo, ideales y escrúpulos. Son seres brutalmente enajenados con el poder. Del tamaño de su mediocridad y ambición es lo peligroso que son.
Ante esas amenazas a nuestras libertades y a la frágil democracia mexicana se requiere valor e inteligencia para enfrentarlos unidos. No son tiempos de politiquería y ambigüedades. Los eufemismos salen sobrando. No hay nada que justifique que las oposiciones no vayan unidas ante una elección de Estado. Ni que la sociedad civil organizada regatee participación franca y activa. Para estos momentos, los protagonismos son ridículos y ofensivos. Abrir más los ojos, hacer algo y salir de una especie de comodidad anestesiada es urgente.
No son ideales los instrumentos y los medios para luchar por un México de leyes y plural, pero así tenemos que trabajar. Primero detener a la maquinaria de la indignidad, luego arreglar cuentas internas. El objetivo compartido debe ser el de conseguir una alta participación electoral, asegurándonos de que sean elecciones libres y con voto secreto. Eso lo podemos conseguir con una gran movilización ciudadana, que esté informada y actúe con inteligencia y fuerza.
Nadie duda de la importancia cada vez mayor de las redes sociales en el proselitismo electoral, fija imágenes y proyecta la conversación pública. De ahí y los medios tradicionales surgirán las tendencias y las percepciones. No se debe perder de vista el territorio como espacio fundamental para las campañas; es la calle y la plaza pública donde se ven, cara a cara, los promotores y los ciudadanos. Lo que no se ve, no existe. La presencia de ciudadanos en las calles con el mensaje e imagen de sus candidatos da información y crea percepciones. Ahí se pregunta, se cuestiona y se contacta. Es un error garrafal que se omita el activismo callejero. Sin eso, pierden.
Las oposiciones deben salir del marasmo en donde han caído, de su burocratismo y vida de autoconsumo. Los grupos ciudadanos que luchan por la democracia no deben distraerse en grillas y ociosos afanes protagonistas. Pudiera parecer reiterativo decirlo, pero esto es serio. El 2 de junio nos jugamos un país de libertades; corremos el riesgo real de caer en el modelo castrista-chavista.
Punto aparte es rescatar Veracruz, de la ineptitud y la represión.
Recadito: aguas con el agua en Xalapa, ya está aquí una profunda crisis.