Por Sandra Luz Tello Velázquez
Es verdad que hay una frontera imperceptible o en algunos casos nula entre el oficio del periodismo y la escritura literaria, ejemplo de esa pasión por las letras de opinión y estéticas fue Almudena Grandes, quien falleció el pasado 27 de noviembre a los 61 años y a quien se le rindió un homenaje y un minuto de silencio en la FIL de Guadalajara.
Grandes, escritora con alto criterio y bajos prejuicios, amante de los libros, amante de la lectura, quien expresó en múltiples ocasiones su gusto por Benito Pérez Galdós. Escribía para ella como lectora, para emocionar a los lectores y no por seguir indicaciones, no era un asunto de vanidad, sino de formar comunidad.
Narradora con tintes épicos, conectada a la memoria histórica, parte de su ficción novelada está centrada en recrear la vida en la Guerra Civil Española o en las consecuencias que se produjeron por ella, abrió la puerta del horror de una época, el padecimiento de las mujeres, de la sociedad. Se detuvo en la vida de los exiliados republicanos, de los inadaptados, los no aceptados. Su mirada introduce al lector a través de un agujero negro en el que se perdieron los españoles enfrentados a la tiranía. Con Inés y la alegría, comenzó en 2010 un proyecto literario concentrado en los Episodios de una guerra interminable que concluiría con su última novela publicada: La Madre de Frankenstein (2020).
Por otra parte, desde sus inicios el poder creativo de Almudena Grandes ha llevado a los lectores a vivir otras vidas, al mostrar con atrevimiento y estética el deseo de una mujer, sin caer en el sentimentalismo ni el erotismo vulgar u obvio en su primera novela publicada, Las edades de Lulú (1989), que la convirtió en un fenómeno transformador de vivencias íntimas.
Desde esa primera publicación que le hizo ganar el premio “La Sonrisa Vertical”, consiguió un lugar entre los lectores de literatura en español y de la crítica, que la aplaudió por las novelas Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan.
Su pulso literario permaneció en su participación quincenal en la columna Escalera Interior, publicada por el periódico “El País”, en donde siempre aparecía la mujer crítica y la historiadora que ajustaba cuentas con la realidad de su patria, de su tierra madrileña.
En el cierre de noviembre concluyó para siempre la creación de Almudena Grandes. Nos quedará llorar las penas de sus personajes que se mantendrán en la trascendencia de las letras. Sus historias que acreditarán vidas que existen desde su singular manera de relatar. Permanecerán sus palabras para buscar un Viernes que nos atrape en la ficción.
“A su alrededor, los demás, el jodido mundo que es como una isla desierta cuando no hay un maldito Viernes que te cuente un cuento…” (Te llamaré Viernes, Almudena Grandes).