Quebradero

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Sorteando la pesada herencia

 

Por: Javier Solórzano Zinser

La narrativa de los gobiernos tiende a convertirse en “verdades”. Se echa por delante el aparato propagandístico y publicitario y pareciera que los gobiernos en el ejercicio del poder hacen todo absolutamente bien.

La clave es lo que hagan, pero el elemento fundamental es la narrativa en la que tratan de meter a la ciudadanía. Muchas veces no hay manera de evaluar a los gobiernos, porque se dedican a echar a andar sus instrumentos de información, presión y propaganda para controlar todo lo que se dice sobre ellos.

Los medios de comunicación han sido, por lo general, un elemento, en muchas ocasiones, materialmente acotado por el poder político en medio de un proceso con tintes de conveniencias mutuas.

De no ser que los gobiernos se vayan debilitando, la narrativa termina por favorecerles y los medios se suman al proceso. Sin importar qué partido gobierne, las adecuaciones, además de tener una lógica, tienen una suerte de mecanismo de entendimiento para sobrevivir.

Peña Nieto es un ejemplo múltiple de ello. Muy rápidamente perdió la popularidad en medio de sus errores, incapacidades y corrupción. No había manera de que la narrativa le ayudara, porque la opinión pública fue poco a poco tomando una opinión sobre su gestión. El desenlace de su gobierno terminó siendo fatal, sus niveles de popularidad bajos y sus resultados cuestionados. No había narrativa alguna que le pudiera ayudar, la terca realidad lo alcanzó en menos de dos años de su gobierno, sin pasar por alto, que en algunos casos los medios hicieron “la tarea”.

Con López Obrador no hubo manera de evaluar su gobierno. El aparato estuvo echado a andar todo el tiempo y las mañaneras eran las respuestas a las críticas, sin importar si éstas procedían o no.

Con el tabasqueño parecía que habíamos superado todos nuestros problemas: que el sistema de salud era, efectivamente, mejor que el de Dinamarca; que las obras emblemáticas nos iban a sacar de problemas de producción, transporte y descentralización, entre otras cosas.

Desde hace algunos meses hemos señalado lo que consideramos es la pesada herencia del pasado sexenio. No tiene sentido desconocer los elementos que rescindieron en la vida cotidiana del país con López Obrador; el más importante sigue siendo “primero los pobres”.

Sin embargo, muchas cosas que nos dijeron que se habían hecho, no pasaron. La narrativa superó en innumerables ocasiones a los hechos, y la fuerza real del gobierno, en todos los niveles, impidieron la trascendencia de la crítica.

El argumento de “tengo otros datos” fue un elemento que más que responder a las críticas que se le hacen al gobierno, terminaban por evitar un proceso de confrontación de información. Esta respuesta terminaba por convertirse en un argumento para los millones de seguidores del expresidente en el sentido que tenía información que era la correcta.

En su momento nos movimos entre que algún día conoceremos los “otros datos” y la narrativa presidencial, la cual buscaba desacreditar a aquellos que le planteaban asuntos sobre su gobierno.

En su momento no había evaluación alguna que pudiera dar elementos de análisis colectivo sobre el gobierno del tabasqueño, estuvimos con el poder del discurso, la palabra y la gran fuerza que tenía y que quizás sigue teniendo López Obrador.

El paso del tiempo va develando lo que en la terca realidad fue el pasado sexenio. No éramos ni somos la mejor democracia del mundo; no dejamos de tener en muchas áreas a la corrupción, no acabó la inseguridad del país, no fuimos en automático la mejor nación del mundo.

Da la impresión de que la Presidenta ha empezado a sortear todo esto, aunque sea en voz baja.

RESQUICIOS.

Se debe construir con voluntad y convicción, el diálogo con las madres buscadoras. Es de gran importancia el diálogo que se ha establecido al cual está obligado el gobierno. No son favores, es obligación del gobierno que en el pasado inmediato no cumplió insensiblemente.