Quebradero

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Esto no se acaba hasta que se acaba, pero…

Por Javier Solórzano Zinser

Va a ser muy importante que el día de las elecciones cuando empiecen a surgir los resultados prevalezca la sensatez y la civilidad.

Por más obvio que sea recordemos la frase del famoso catcher de los Yanquis y mánager de los Mets Yogi Berra, “esto no se acaba hasta que se acaba”.

Quien encabeza el triunfalismo es el Presidente. No sólo porque muchas de sus propuestas las ha colocado en el presente con futuro. No había manera de que se aprobaran sus 20 reformas, pero a pesar de ello las puso en la mesa y buscando que se convirtieran en parte de las campañas y en una especie de programa paralelo de su candidata.

El Presidente ha establecido desde el inicio del sexenio el futuro. Fue colocando en el imaginario colectivo de sus millones de seguidores a Claudia Sheinbaum como su sucesora. La colocó no sólo para la continuidad de su proyecto, sino como la candidata que ganaría las elecciones.

El oficialismo, en particular su candidata, ve el triunfo como un hecho. Es un triunfalismo riesgoso, porque de entrada menosprecia a sus adversarios y tiene, aunque se diga lo contrario, una alta dosis de soberbia. Se entiende que esto se estructure en función de la gran mayoría de las encuestas que coloca a Sheinbaum con una considerable ventaja.

Sin embargo, en lugar de respetar a sus adversarios y, sobre todo, impulsar la participación a los suyos se coloca bajo la idea del triunfo en un futuro inmediato que puede tener diversas variantes.

En las últimas semanas ya no se ha insistido, como se venía haciendo, en colocar al Plan C como parte fundamental de la campaña. El plan es la manera en que se puede asegurar el futuro de las propuestas presidenciales y presumimos que también la gobernabilidad vía el Congreso.

Hace seis años por estos días López Obrador hablaba de poner el objetivo en el Congreso más que en su propia candidatura, la razón es que existían suficientes elementos para visualizar que la ventaja de López Obrador era irreversible.

No queda claro si por ahora haya información interna que coloque a Claudia Sheinbaum más que en un escenario adverso en medio de un triunfo menos holgado de lo que se presume. Algunos morenistas están optando por la prudencia, sobre todo, para que ante el eventual triunfo prevalezca la prudencia le dé sentido al resultado ya fuera por una gran diferencia o no.

No hay manera de que las candidatas y el candidato bajen el tono de triunfalismo. Es una narrativa de campaña en la cual no se pueden mostrar con debilidades. Sin embargo, presumimos que deben tener en sus equipos de trabajo claridad y objetividad sobre el estado de las cosas.

Tener el diagnóstico es lo que puede llevarnos a un domingo electoral en que prevalezca el reconocimiento a lo que pase en función en donde uno esté realmente parado. Las y el candidato deben ser el factor que pueda coadyuvar con el INE en su arduo trabajo del 2 de junio; sin que tengan toda la película por ahora ya saben por dónde van las cosas.

Pueden presentarse muchas variables. Podría ser que las encuestas enfrentaron una especie de voto oculto o que los ciudadanos, de plano, dijeron una cosa por otra.

Es importante ir preparándonos para el 2 de junio en la noche. Ahí es donde los protagonistas se muestran democráticos y respetuosos de los procesos electorales.

Todo está listo y organizado. El resto estará en todos y todas las candidatas que buscan uno de los más de 20 mil cargos en juego. No empiecen a culpar al INE del resultado, esto va también para los veleidosos partidos.

RESQUICIOS.

“En ejercicio de mis derechos constitucionales no presentaré ninguna denuncia contra las personas que tanto mal me han hecho”, así se expresó el obispo Salvador Rangel Mendoza en referencia a lo vivido hace pocos días. Una lectura del comunicado lleva a interpretar que está desmintiendo al Gobierno de Morelos por aquello del hotel de paso, drogas, joven acompañante y viagras.