Sexenio de escándalos

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Por Raúl Arias Lovillo

El gobierno de AMLO ha estado permanentemente rodeado de escándalos de toda naturaleza y ahora, a medida que concluye el peor gobierno de la historia de México, los escándalos no hacen más que crecer.

Uno de los escándalos más lamentables de estos años es el que involucra a miles de vidas de compatriotas. En primer lugar, el fracaso de la estrategia de “abrazos, no balazos” que ha ocasionado la muerte de más de 185 mil homicidios dolosos, cerca de 115 mil desapariciones de personas y más de 3 mil feminicidios al año. Estas cifras siguen creciendo mientras el presidente afirma cada día que en México no hay violencia. En segundo lugar se encuentran la pérdida de vidas por una mala gestión de la pandemia de COVID-19; de acuerdo al primer informe de la Comisión Independiente de Investigación, presidida por el especialista Jaime Sepúlveda, se estima que murieron 224,244 personas innecesariamente debido al “uso engañoso de los datos que provocaron toma de decisiones inoportuna como la inacción por minimizar la crisis, una evaluación inadecuada de los riesgos, desapego a los protocolos y negación de evidencia científicas, así como la falta de coordinación institucional”, destaca este informe. A este desastre se agrega el indigno lugar de haber sido el país del continente con el mayor número de pérdida de vidas humanas en el sector de trabajadoras y trabajadores de la salud.

Otro escándalo permanente que ha acompañado al gobierno de López Obrador es el de la corrupción. Así como ahora este informe sobre la gestión del COVID-19 viene a demostrar lo que intuíamos desde los tiempos de la pandemia, hoy mismo no es posible conocer a profundidad todos los negocios oscuros que están detrás de las grandes obras de este gobierno (AIFA, Dos Bocas, Tren Maya) pero tarde o temprano se descubrirán. Por lo pronto, cada vez es menos frecuente que el presidente saque el pañuelo blanco para declarar que ya no existe corrupción en México. Las pruebas que se muestran sobre diversos actos de negocios ilícitos son cada vez más demoledoras: la estafa de 16 mil millones de pesos de Segalmex, los sobres amarillos entregados a los hermanos del presidente y recientemente los negocios turbios de sus hijos con un grupo de socios y amigos.

El fin de semana próximo pasado el presidente AMLO provocó un escándalo más, esta vez una crisis diplomática sin precedentes en los últimos 100 años. El gobierno de México había comunicado que daría asilo político a Jorge Glas, vicepresidente ecuatoriano del gobierno de Rafael Correa, quien había sido culpado y sentenciado en su país por corrupción y nexos con el narcotráfico. Hay que considerar que, además, hace unos meses en el país ecuatoriano fue asesinado el candidato Fernando Villavicencio después de declarar vínculos entre los cárteles ecuatorianos y mexicanos. Por supuesto que no se puede avalar la violencia del gobierno del país sudamericano para ingresar a la Embajada de México, pero nunca el presidente AMLO debió de ofrecer asilo a un delincuente. Hubo violación de acuerdos internacionales por ambas partes. Ya teníamos el antecedente de Perú cuando se le dio asilo al expresidente golpista Pedro Castillo y no aprendimos la lección. Hoy nuestra imagen internacional vive sus peores momentos en la historia, se ha echado por la borda una tradición diplomática basada en el diálogo y la no intervención.