Quebradero

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«La Villita»

Por Javier Solórzano Zinser

Chicago.- El crecimiento de mexicanas y mexicanos en EU no para ni parará. Los números son la evidencia de lo que que está pasando: 37.3 millones de personas de las cuales 26.7 son de segunda y tercera generación, 10.6 son nacidos en México y 5.3 indocumentados.

Siempre hay un margen de error, pero estos números muestran más menos el estado de las cosas. En los últimos tres años la tendencia de nuevo ha sido el crecimiento de la migración mexicana, la cual había disminuido.

La situación económica sigue siendo una constante. Las expectativas por vivir mejor son un elemento clave, pero ahora se ha aparecido un nuevo fenómeno que tiene que ver con la violencia que prevalece en muchas comunidades.

Muchas personas han materialmente huido debido a las amenazas y extorsiones que padecen. Se ha intensificado no solamente la migración, sino también las números de solicitudes de asilo o refugio. La particularidad del fenómeno radica en que los migrantes se llevan a sus familias completas.

Chicago no deja de recibir a mexicanas y mexicanos. De un total de 10 millones de habitantes que más o menos que tiene la ciudad, 1.5 son de origen mexicano y son ya una fuerza económica, social, cultural y política cada vez más influyente no sólo en la ciudad, sino en todo el estado.

Para que nos demos una idea está la calle 26 conocida como “La Villita”, que a partir de 1962 los mexicanos fueron construyéndola con comercios de toda índole. Son aproximadamente kilómetro y medio de calles que se han convertido en el centro de mayor pago de impuestos de la ciudad. Pagan más impuestos que lo que pagaba la afamada Avenida Michigan, en donde se encuentran grandes edificios de vivienda, negocios y comercio; la pandemia cambió en muchos aspectos, al igual que en todo el mundo, a Chicago.

Las historias de vida muestran las dificultades interminables de los migrantes. Adolfo Soto llegó hace 40 años a Chicago con su esposa. Se acababan de casar y no tenía dinero. El día de su boda, como se acostumbra en algunos lugares, a Adolfo le fueron metiendo billetes de dinero en su traje, “cuando me di cuenta le dije a mi mujer vámonos al otro lado, porque aquí no hay manera de hacer nada”.

Cruzaron por Nogales, en tiempos en que no se iba la vida cruzando la línea. De ahí se fueron a Chicago sin un quinto, un amigo les recomendó que comprara mangos mexicanos que costaban dos dólares y que los vendiera a siete. Poco a poco se fue haciendo de dinero y puso una tienda. Ha tratado de poner un negocio cerca de Acámbaro, su lugar de origen, pero cada vez que lo intenta lo extorsionan y no lo dejan materialmente hacer nada. No quita la idea de su cabeza, pero sabe que a su edad ya es difícil hacerlo, “aunque sí le digo que no dejo de pensar en regresar y más ahora que se me acaba de morir mi mujer”.

Las historias de vida construyen la migración. Si algo molesta a los y las paisanas es la forma en que los vemos desde México. Se sienten discriminados, hechos menos y, sobre todo, que sólo sienten que lo que les interesa en el país es que lleguen las remesas.

El Consulado de México en Chicago está haciendo un gran trabajo. Tiene un diagnóstico claro de lo que está pasando en la cotidianeidad de los migrantes, atiende por igual a quienes llevan tiempo en la ciudad, que a los que están llegando. Todos son atendidos desde la perspectiva legal hasta la salud, es un trabajo clave porque además el Consulado es en los hechos una extensión de la casa de los migrantes.

Las ciudades están cambiando por la fuerza migrante. Muchos de ellos y ellas que vienen del campo sin nada de inglés y con sólo hablar su lengua originaria, esto forma parte de lo que hoy se está construyendo en, como ayer decíamos, una nueva variante de la mexicaneidad.

Estamos en rumbo de un nuevo orden de las sociedades.

RESQUICIOS.

Hemos entrado en el toma y daca de la desaparición de poderes. A este paso pocos estados se van a salvar porque se extiende el autoritarismo en el ejercicio del poder y la violencia no para.