Un día no basta

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

El 8 de marzo representa más que un día, es más que el color morado o una conmemoración por sí misma. Es un llamado de atención para mirarnos, para reconocer la dignidad de las mujeres que no es otorgada por otros, se trata de la cualidad propia de la condición humana, de la que emanan los derechos fundamentales y el libre desarrollo de la personalidad.

Con o sin Día Internacional de la Mujer, a lo largo de la historia de la humanidad han existido mujeres que elevaron sus voces en busca de equidad y legitimación de los derechos, escritoras como la española Emilia Pardo Bazán, lectora infatigable desde la infancia, quien se inició en la poesía a los nueve años y publicó su primer cuento a los quince.

Bazán fue una luchadora del siglo XIX, tiempo en el que las mujeres vivían una odisea para lograr publicar. Además de sus numerosas narraciones, artículos y ensayos, logró crear, dirigir y financiar el proyecto editorial “La Biblioteca de la Mujer” (1892-1914), que tenía como propósito principal la difusión de ideas progresistas relacionadas con los derechos de las féminas.

Por décadas, en las distintas civilizaciones las mujeres no tuvieron reconocimiento jurídico, político o social. Su papel fundamental era el de esposa y madre y permanecían recluidas en el espacio doméstico, protegidas por sus muros, alejadas de la sociedad.

Muchas generaciones de mujeres requerían del “permiso” de su padre o el esposo para estudiar o trabajar y las pocas que lo lograban eran “mal vistas”, señaladas o excluidas. Aún en la década de los setenta, en pleno siglo XX, prevalecían exigencias y estereotipos de género debido a las expectativas vinculadas con el matrimonio y la maternidad; sin embargo, hubieron mujeres como Simone de Beauvoir, quien pensaba que el matrimonio multiplicaba las faenas sociales y las obligaciones familiares, además era una forma de atar la mente y el corazón; debido a lo anterior nunca aceptó casarse con Jean Paul Sartre.

Simone de Beauvoir se ha convertido en un ícono de la liberación femenina y su obra “El segundo sexo” es un referente para analizar la condición femenina en las sociedades occidentales desde los ámbitos científico, histórico, psicológico, sociológico y cultural.

Es indispensable trabajar cada día por una equidad de género, de la mano de las escritoras que se volvieron nuestras cómplices y abonaron a los movimientos de este siglo; mujeres como Virginia Wolf, que proponía la independencia de una habitación propia para escribir; o Alfonsina Storni, cuyo virtuosismo y calidad estética se combinaban con sus ideas feministas visionarias, anticipándose a un activismo dispuesto a la evolución social.

En la actualidad se organizan marchas y manifestaciones para denunciar, se proponen días sin nosotras, se grita y se escucha. Sin embargo, en muchos lugares prevalecen los matrimonios obligados en la infancia, la violencia contra las mujeres y las niñas, los feminicidios, la discriminación por motivos de género, la inequidad de salarios, la falta de oportunidades laborales, que no desaparecerán por una conmemoración.

Finalmente, el verdadero cambio se logrará a través de la educación, de la lectura, de la propuesta; se trata de formar desde el hogar y promover el respeto a la dignidad humana, la equidad de labores y derechos, el acabar con estereotipos tradicionales de género y exigir a los gobiernos una labor que garantice la seguridad, justicia y la igualdad de oportunidades. No es una revolución silenciosa, sino el quehacer compartido para construir una sociedad justa, equitativa y que respete los derechos de todas y todos sus integrantes.