Quebradero

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Campañas. Extensión de nuestras broncas

 

Por Javier Solórzano Zinser

No hay indicadores que apunten a que el proceso electoral vaya a estar ajeno a bruscas confrontaciones y tensiones como las que hemos estado viviendo.

No hay día en que no se presenten hechos que lleven a los actores políticos a desacreditarse entre sí. Uno de los escenarios que está siendo cada vez más ejemplificativo de ello es el INE en donde los representantes de los partidos políticos se dan con todo mostrando grandes diferencias, confrontaciones y expresiones fuera de lugar y en muchas ocasiones buenos y fundamentados niveles discursivos.

El eje sobre el cual nos vamos a mover es el de la tensión, confrontación y por cómo se ven las cosas, la inevitable rispidez. Se dirá que así es también la política, lo que pasa es que en el país las cosas han adquirido un nivel de polarización de alto riesgo.

Las divisiones han existido desde siempre. Lo que ha sucedido en los últimos años es que el Presidente ha colocado a los pobres por delante, “primero los pobres” en un hecho de enorme importancia que ha generado conciencia del lacerante entorno en que vivimos. La pobreza en México es histórica y está enquistada y difícilmente este Gobierno podrá erradicarla.

Es un mérito del Presidente haber generado una conciencia nacional sobre ello, pero también hay que reconocer que esa polarización soterrada ha existido a lo largo de siglos.

El problema que estamos teniendo ahora es la forma en que el Presidente materializa en la cotidianidad su visión de la confrontación social. En lugar de gobernar para todos, acabó confrontado con grupos sociales que juegan un papel preponderante en la sociedad, como es el caso de las clases medias.

No se objetaba ni se objeta el planteamiento sobre la pobreza; sin embargo, lo que ha hecho no ha coadyuvado a que los ciudadanos se sumen a causas comunes, más bien lo que ha logrado es dividirnos aún más perdiéndose la oportunidad histórica de haber generado un proyecto de integración más que de división.

La decisión ciudadana camina por estos terrenos. Mantener una división y polarización en los términos en los que estamos, puede colocar escenarios inéditos y fuera de control. Si la candidata del oficialismo no propone cambios sobre la gobernabilidad por más que tenga una legitimidad electoral va a colocar a la sociedad aún más confrontada como forma de vida.

Las campañas debieran buscar elevar el nivel del debate y poner en el centro al país como un todo integral y no como la continuidad de un proyecto de gobernabilidad dividido. Las encuestas pintan por ahora en un eventual triunfo de la candidata del Presidente, como bien se sabe muchas cosas pueden pasar de aquí al 2 de junio, pero es evidente que los escenarios de hoy llevan al triunfo de Sheinbaum.

Lamentablemente lo que se viene en las campañas serán más capítulos de confrontaciones y divisiones marcadas por maniqueísmos que serán impulsadas particularmente por el inquilino de Palacio Nacional.

Las posibilidades de Xóchitl Gálvez solamente crecerán en la medida en que alcance hablarle a un sector de la sociedad que tiene hoy una definición electoral y que es numéricamente significativo. Lo que van a seguir tratando es desacreditar su imagen hasta por colocar un chicle, que más bien era una pastilla, debajo de su asiento.

Todos están jugando y es explicable. La confrontación nos va llevando a perder de vista hacia dónde vamos. No somos el único país que anda en confrontaciones internas, pero en nuestro caso se agudizan porque la oposición no acaba de tener un proyecto definido y se la pasa únicamente reaccionando.

El inquilino de Palacio Nacional quiere agudizar los escenarios sin que existan los procesos de integración ciudadana, todo se repite a buenos y malos.

RESQUICIOS.

Es una decisión de riesgo y estratégica que Xóchitl Gálvez inicie su campaña en una de las ciudades más violentas, Fresnillo. Todo indica que busca echarse de inmediato para adelante en lo que más le duele, la inseguridad.