La marcha
Por Javier Solórzano Zinser
La marcha del domingo consiguió algo que no es nada sencillo. Le quitó la agenda al Presidente, la cual domina de manera abrumadora. A pesar del registro de su candidata también el domingo, predominó en el imaginario colectivo la concentración por la llamada “defensa de la democracia”.
Como era de esperarse, el Presidente, su candidata y sus millones de seguidores despotricaron. Como en otras ocasiones también la menospreciaron y minimizaron, lo cual no tiene mucho sentido porque se pierde el sentido de lo que significa para miles y miles de personas salir a la calle, independientemente del racismo con el que se quieren ver las cosas.
El Presidente dio de nuevo su singular definición de los conservadores, aseguró, por cierto, que son entre 15 y 18 millones de personas en todo el país.
Quienes salieron a la calle no caben en esa definición en automático de conservadores o de lo que el Presidente planteó. Hacerlo termina por llevar las cosas a un lugar común que pierde de vista las diferentes miradas estratégicas y matices sobre el rumbo del país.
El discurso de Lorenzo Córdova se tiene que atender. Uno de los principales problemas, aseguró, es la concentración del poder. López Obrador ha diseñado un proyecto en donde el Estado dirige todas las actividades del país, proceso en el cual ha tenido como su bastión a las Fuerzas Armadas.
Sus 20 reformas son parte de una estrategia transexenal. Él mismo las ha colocado como elemento clave para que sean parte del proceso electoral. Su candidata ha asumido que las reformas deben ser fundamentales en caso de que gane.
Algunas de las reformas son de primera importancia, el problema es el cómo y con qué. Una de las preguntas más insistentes sobre el tema es por qué presentar este paquete al final del sexenio y no hacerlo al inicio, lo cual le hubiera permitido gobernar con su proyecto.
Dos de las reformas apuntan a una mayor concentración de poder del gobierno. Reducir el número de diputados y senadores impide, de entrada, la presencia de las minorías en sociedades plurales como la nuestra, lo cual es fundamental para la gobernabilidad y entendimiento.
La desaparición de los institutos autónomos significa irse atrás en el tiempo, porque López Obrador parte de que a partir de que llegó al poder las cosas son diferentes en automático, sin que medien procesos de transformación que llevan tiempo, aunado al hecho de que parte de lo que se está haciendo está bien, porque él lo hace y debe ser replicable.
El sentido de la marcha tiene que ver con esto. Fue una protesta por la forma en que se está llevando a cabo la gobernabilidad del país. El domingo también fue la evidencia de que se han venido aglutinando una buena cantidad de ciudadanos que no están con el proyecto de la 4T y que por principio democrático deberían ser escuchados para la gobernabilidad.
Se volvió a ver que la oposición partidista le estorba a mucha gente. El domingo volvió a quedar claro que los partidos de oposición llevan un rato siendo un freno para la participación de un gran número de ciudadanos. La mejor prueba de ello es que los integrantes o dirigentes de los partidos de oposición optaron por no ir o en caso de asistir lo hicieron con bajo perfil para que casi nadie se diera cuenta de que fueron.
La marcha mostró otra manera de ver las cosas. No queda claro qué tanto podrá ser punto de partida para colocar el proceso electoral en equilibrios, da la impresión que no alcanza. Pero lo importante sería que desde el Gobierno en lugar de menospreciar entendieran que hay un buen número de ciudadanos que no se va a dejar y que quiere ser escuchado.
RESQUICIOS.
Los grandes ausentes de la marcha del domingo fueron los jóvenes. En Morena padecen de lo mismo, pero los programas sociales motivan su presencia. Los jóvenes andan deambulando en política y nadie tiene la capacidad hasta ahora de convocarlos; algo están viendo que evidentemente ni les interesa ni les gusta.