Por Sandra Luz Tello Velázquez
Ha transcurrido más de una semana desde el horror vivido aquella madrugada, en la que Otis azotó la costa de Guerrero. En ese momento la tragedia comenzó para Acapulco, desde ese instante ha sido visible la destrucción en la zona Diamante, las imágenes transmitidas por los medios y las redes sociales mostraban fachadas de grandes hoteles y edificios lujosos como si fueran de cascarón.
En pocas horas, el paraíso de mar y playa se transformó en un sitio lleno de oscuridad, desolación y terror. No debemos olvidar el drama del otro Acapulco, el de los barrios que han permanecido en el doloroso desamparo, sin electricidad o con el servicio intermitente, sin suministro de agua potable, tampoco hay conexión telefónica, ni internet, escasean los víveres, la desesperanza aumenta y el caos inicial ha gestado a otros, por ejemplo, los saqueos.
Si la devastación en el Acapulco turístico ha sido total, el desamparo en las calles de terracería por dónde pasó un caudal que transformó a las comunidades en un escenario doloroso y abrumador ha sido terrible, pues el agua convirtió cada ruta en un callejón sin salida y repleto de escombros.
Más allá de las carreteras, del aeropuerto, de los hoteles y la Costera Miguel Alemán, el paso de Otis nos recuerda que Guerrero es una entidad que siempre ha luchado contra la pobreza y quiénes habían logrado relativamente salir de ella, ahora se encuentran en una triste condición, los habitantes del otro Acapulco pasan los días en angustia e incertidumbre esperando que la ayuda llegue porque no hay comida, ni papel de baño, ni pañales y menos medicinas. Duermen en donde pueden acomodarse con el miedo en el cuerpo por la oscuridad que impera, por los animales que empiezan a proliferar en medio de circunstancias insalubres.
Los techos volaron, las ventanas se rompieron, las milpas colapsaron y la vida que conocían desapareció en una noche. Los ciudadanos del día a día duermen con sus hijos abrazados o permanecen en vela cuidando lo poco que l Huracán les dejó.
Los acapulqueños gritan pidiendo ayuda ante la ineficiencia de los distintos niveles de gobierno que no han sabido enfrentar esta tragedia, ahora solo queda la sociedad civil que deberá responder a las necesidades de aquellos que tratan de encontrar luz en medio de una penumbra que parece infinita. En definitiva, la reconstrucción debe dirigirse para apoyar a todas y a todos, no solo al Acapulco de ensueño, sino a los barrios y comunidades olvidadas y así recuperar al mágico paraíso que Otis se llevó.