Por Carlos A. Villalobos Cortés
Según datos oficiales (SADER) la cafeticultura en México aporta alrededor del 2.4 por ciento de la producción mundial de café, esta cifra ubica a nuestro país como el 11 productor a nivel mundial gracias al esfuerzo de más de 500 mil productores diseminados en 15 estados y 480 municipios.
En su mayoría, se trata de pequeños productores que poseen alrededor de una hectárea de tierra cultivable donde se cultiva café de excelente calidad de las mejores variedades del mundo. A pesar de ser un «cultivo estratégico» la cafeticultura en México ha ocupado un segundo plano para las diversas autoridades tanto federales como estatales e inclusive municipales.
En México, Chiapas ocupa el primer lugar en la producción seguido de Veracruz y Puebla, en cualquiera de los casos, los cafeticultores son en su mayoría habitantes de comunidades indígenas o rurales con poco acceso a la innovación y tecnología, incluso a las comunicaciones.
Salvo contadas excepciones, donde pequeños productores se han organizado en cooperativas (sobre todo en Oaxaca y Chiapas) en donde cultivan, procesan y comercializan su café, la realidad es que la mayoría de los productores venden su café en cereza en las llamadas «compras» que a su vez lo entregan a las acopiadoras quienes fijan y regulan los precios de acuerdo a lo que fije la bolsa de valores de Nueva York.
Al no contar con el respaldo del estado como eje rector de precios justos, los acaparadores muchas veces castigan el trabajo de los productores pagando precios en ocasiones incluso más bajos que los que pagan por cafés similares en otras latitudes y podría decirse que hasta de menor calidad.
Al inicio de la actual administración los cafeticultores abrigaban esperanzas de que la llegada del nuevo régimen y su slogan/promesa de «Primero los Pobres» finalmente volteara los ojos hacia ellos y les hiciera la justicia que tanto se les ha negado en nuestro país.
Desafortunadamente y conforme transcurrieron los años de la actual administración y a un año de que culmine las promesas se quedaron en eso, nuevamente los políticos han utilizado a los campesinos y entre ellos a los cafeticultores para llegar al poder para luego olvidarse de los hombres y las mujeres del campo.
Promesas incumplidas, falta de empatía y cerrazón de quienes ostentan el poder tienen a la cafeticultura mexicana al borde del abismo, los compromisos de los titulares de las dependencias como el titular de la SADER Víctor Manuel Villalobos Arámbula, entre otros, pesa más que la situación económica de medio millón de cafeticultores de nuestro país.
Prueba de ello es la famosa «Ley de Desarrollo Sustentable de la Cafeticultura» aprobada por el Senado de la República, pero congelada en la Cámara de Diputados donde no se vislumbra intención alguna de discutirla y aprobarla.
Dicha ley tiene como objetivo «Normar y fomentar la producción, distribución, industrialización y comercialización del café, así como impulsar la calidad del producto en todas las fases de la cadena productiva…. Además, busca garantizar que el café sea un producto básico y estratégico cuya producción contribuya a la seguridad y soberanía alimentaria» (www.congreso.gob.mx).
Desafortunadamente y pese a los esfuerzos de senadores como Susana Harp Iturribarría (una de las mayores impulsoras de la propuesta), del bloque de Morena, Eduardo Ramírez Aguilar (Morena) Beatriz Paredes Rangel (PRI) Indira de Jesús Rosales San Román (PAN) y varios más que promovieron la aprobación de la misma, la propuesta de Ley ha sido detenida y congelada en la Cámara de Diputados donde al paso de los meses duerme el sueño de los justos.
Al momento de escribir estas líneas y a pocos días de que comiencen los primeros cortes en algunas zonas, el precio del aromático (pergamino) ronda los 2,600 pesos el quintal (57.5kg) por su parte la Bolsa de Valores de Nueva York reporta precio de 160 dólares las cien libras (45.4 kg) lo que ya de entrada presagia una cosecha 2022-2023 de precios muy bajos para los cafeticultores mexicanos quienes nuevamente y olvidados por quienes hacen las leyes y administran los recursos tendrán que buscar la manera de salir adelante con café o sin él.