Hipólito
Por Javier Solórzano Zinser
Una de las disyuntivas en que nos ha metido el Presidente está en que pareciera que porque él dice cómo son las cosas resulta que así son.
El poder del discurso sigue siendo uno de los bastiones para imponer la agenda y la gobernabilidad. Pareciera que a veces basta con que el Presidente diga que tiene otros datos, o que diga qué es cierto o no para que el tema pase a segundo plano sin importar realmente lo que hay de fondo y lo que al final de cuentas es lo que se quiere saber.
El tema de la inseguridad es definido y visto desde Palacio Nacional de manera distinta a como se vive en muchas comunidades. Hablar de narco-Estado es definir lo que en algunas entidades se ha venido presentando desde hace algunos años, y que en lo que va de esta administración no se ha atemperado como se ha testimoniado.
No se generaliza porque el país no se encuentra sometido de manera flagrante por la delincuencia organizada. Sin embargo, soslayar lo que está pasando con información incluso de algunas instituciones del Estado, las cuales no se pueden estar citando a conveniencia, es pasar por alto el estado de las cosas y con ello no tener diagnósticos precisos para diseñar la mejor estrategia.
En algunas entidades abrazos no balazos es cada vez más inoperante. El narcotráfico ha venido permeando de manera cada vez más intensa en algunos estados, hay pruebas de su influencia en procesos electorales en entidades como Sinaloa y Michoacán.
Uno de los motivos por los cuales se atentó en contra de Hipólito Mora tiene que ver con la presencia de la delincuencia organizada en una zona del país en la cual a los habitantes no les quedó de otra desde hace tiempo que tomar las armas para defenderse.
Es difícil poner por delante los conceptos de legalidad o ilegalidad en situaciones como ésta, porque el ciudadano al no tener el amparo del Estado acaba defendiéndose como puede. La fundación de las autodefensas tenía el objetivo de enfrentar a aquellos que se habían, ya se vio que siguen por ahí, apoderado de las comunidades, lo cual acabó siendo la mejor de las estrategias y paradójicamente le vino a beneficiar al propio gobierno.
Lo que pasó a lo largo de todo este proceso tiene que ver con el brutal desaseo y confusión de los gobiernos federales y estatales. A Hipólito Mora lo mataron en medio de la impunidad y sin que nadie atendiera sus innumerables reclamos respecto a lo que estaba pasando.
Hace poco más de una semana conversamos con él como lo hacíamos regularmente. Nunca lo habíamos escuchado tan harto y desesperado. Lo que nos dijo era previsible que le traería consecuencias, como fue el hecho de que señalara directamente a Los Viagras como responsables de lo que le pudiera pasar.
Nos había planteado también que México necesitaba un Bukele, le dijimos que nos parecía un exceso, pero en su interpretación tenía motivos para decirlo.
David Ceballos, amigo de toda la vida de Hipólito, nos cuenta que estaba sentado a un lado del fundador de las autodefensas cuando lo entrevistamos. “Es probable, nos dijo, que la entrevista fuera uno de los detonantes, había mucha impunidad, se paseaban materialmente ante nosotros, se burlaban y se reían y ni la Guardia Nacional ni el Ejército hacían nada, se tuvo que morir para que vinieran”.
Hay una presencia significativa del narcotráfico en el país para el tamaño de nación que somos y para la infinidad de problemas que tenemos.
El asesinato de Hipólito tiene que ver con ciudadanos desesperados que buscan defenderse, porque el Estado y los gobiernos incumplen. Es un pasaje en la vida del país donde el poder del discurso no transforma las cosas
RESQUICIOS.
Una pregunta que no tiene del todo respuesta es el porqué las bandas salvadoreñas no reaccionaron ante la detención de un gran número de sus integrantes. Hay hipótesis de que no se lo esperaban, que los agarraron desmovilizados o quizá en poco tiempo sabremos qué terminan por hacer quienes todavía se mueven por las calles salvadoreñas.