La Ilustración de hoy en tiempos populistas

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Por Uriel Flores Aguayo

Vivimos tiempos de mentiras y propaganda, como en las dictaduras, sin serlo. La demagogia es el eje discursivo del poder político. Esto es: manipulación y desprecio a la razón. Es el entorno del poder abusivo.

El elefante anda en la sala de la casa y algunos todavía no lo ven. No éramos modelo pero algo habíamos avanzado en democracia y Estado de Derecho. Eso está en peligro por delirios de grandeza y limitaciones culturales. Es impresionante que los valores libertarios y democráticos de la Ilustración (siglo XVIII) sean cuestionados y ofendidos por gobernantes y líderes políticos actuales. Las ideas revolucionarias de Voltaire, Rousseau y Montesquieu son ignoradas por los que sueñan con un poder absoluto y una sociedad dócil y conformista. Se cuestionan o trasgreden principios como “la razón frente a la superstición”, “el contrato social (Constitución)” y la división de poderes. Es alucinante. Dos siglos y medio después todavía se pretende llevarnos al oscurantismo.

El abuso del poder, el desprecio por la ciencia, la ruptura con las reglas democráticas, la concentración personal del gobierno, el partido casi de Estado, el ataque a la prensa, la negación de la pluralidad, el avasallamiento legislativo, el golpeteo al Poder Judicial y las burlas a las oposiciones nos instalan en una lucha del oscurantismo contra la ilustración. Valores de libertad contra la demagogia. No estamos enfrentando liberales contra conservadores ni izquierda contra derecha, no. Estamos en una confrontación de la inteligencia contra la ignorancia.

En términos de desarrollo y modernidad es muy alto el costo a pagar. Es más que desagradable escuchar ofensas y descalificaciones de los gobernantes contra quienes no se les arrodillan o que, simplemente, les caen mal. Sus discursos ya no distinguen la verdad de la mentira y sus acciones no perciben los límites de lo institucional y su partido. Es una regresión brutal. Es un verdadero peligro a nuestras libertades.

Revuelve el estómago e indignan las maneras de insultar y mentir, de manipular. No dialogan ni debaten, no exponen argumentos. Es soberbia o ignorancia.

Por elemental deber ciudadano, sin siglas partidarias o intereses particulares, es un deber decir y hacer algo. Que los demás sepan que no estamos de acuerdo con que nos falten al respeto y que insulten la inteligencia. Que se sepa que hay dignidad y resistencia. A riesgo de lo que sea. Son de esos momentos en la historia de las sociedades en que debe salir el valor y el orgullo contra las tiranías. Es la prueba de líderes, figuras públicas, partidos, organizaciones civiles y ciudadanía en general.

Recadito: los acarreadores son líderes de papel.