Quebradero

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Caja de Pandora a la vista

 

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

En la medida en que se acerque el cierre del sexenio se está haciendo evidente que el Presidente está empezando a cerrar puertas.

Se pudiera estar regresando a tiempos en que la información sobre las actividades del gobierno se mantenía en secrecía bajo cualquier pretexto. En algunos casos se están justificando estos procesos de manera muy poco convincente. Se dan argumentos que en el fondo no responden a las exigencias de la ciudadanía y dan pie a un conjunto de especulaciones que llevan a señalar al gobierno de opacidad.

Un ejemplo lo protagonizan la SEP y el Inegi. La dependencia le solicitó al Instituto que no hiciera pública la información sobre diversas áreas de la educación, la razón que se inventó es que no son de interés nacional. La respuesta estaba en el Consejo del Inegi, la cual pudo haber sido desechada, de manera sorprendente la avaló.

Lo que viene es que la información sobre la educación pública, la que tiene que ver con el desarrollo escolar, con el magisterio y con el desempeño de los estudiantes, entre otros temas, no se conocerá porque “no es de interés nacional” cuando no hay actividad, junto con salud, que sea de la mayor importancia para la ciudadanía como la educación.

Lo que resulta cuestionable es que se esté tratando de esconder información que tuviera que ver con los muchos problemas que se están enfrentando en materia educativa.

Sigue sin quedar claro qué pasó con miles de estudiantes después de la pandemia. Se sabe de una deserción escolar significativa, la cual pudiera estar colocando a muchos jóvenes en la calle, en el desempleo y, sobre todo, expuestos en algunas comunidades a la delincuencia organizada.

El gobierno parece entrar en la opacidad. Podría ser que muchos de los programas que se ha propuesto no se están cumpliendo del todo con los objetivos que el Presidente originalmente se propuso, la negativa a informar podría tener que ver con esconder información.

Si así fuera estaríamos entrando a un final de sexenio de incertidumbre y, lo más delicado, sin saber en qué estamos. Las obras emblemáticas se han movido en el baile de las cifras. No quedó exactamente claro cuánto van a costar y, sobre todo, de dónde va a salir el dinero que permita terminarlas o al menos dejarlas encarriladas.

Ayer hacíamos referencia a los viajes del titular de la Sedena. A pesar del poder del discurso mañanero, las respuestas y evasivas que el Presidente utilizó para hablar de ello dejaron las cosas en la incertidumbre y duda. Insistimos, no es que el secretario no tenga derecho a viajar a donde se le antoje, el asunto es de dónde sale el dinero y, sobre todo, que se hayan documentado los lujos con que se hizo el periplo.

Las respuestas presidenciales no nos están permitiendo conocer el real estado de las cosas. Lo que puede resultar profundamente delicado es que estas respuestas que en el fondo no lo son, terminen por ser consideradas como ciertas por los seguidores del Presidente.

Crear ideas de lo que presumiblemente está pasando lo único que hace es auténticamente patear el bote para adelante, tarde que temprano se enfrentarán los problemas que se pueden estar evadiendo o de plano hacerlos ver desde una óptica unilateral a lo cual invariablemente siempre termina por alcanzarlos la terca realidad.

En esta parte final del sexenio, la información sobre las actividades del gobierno va a resultar fundamental. La herencia no puede ser una caja de Pandora que coloque a futuros gobernantes y a la sociedad en la riesgosa incertidumbre.

No podemos estar en los terrenos en que sólo cuando el Presidente opina es verdad o cuando se aprueban sus propuestas las cosas deben reconocerse.

RESQUICIOS.

Fue lamentable el entorno en que se dio la entrega de la medalla Belisario Domínguez a Elena Poniatowska. Esto no quita el gran reconocimiento a la escritora periodista que mucho ha hecho por quienes somos sus lectores y por la vida e historia de un país que transita entre adversidades.