El bautizo de Don Benito Juárez

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Por Uriel Flores Aguayo

Lunes 20 de marzo, celebración anticipada del natalicio de Don Benito Juárez. Cerrados los campos de la USBI cuando más facilidades debería haber para el estudiantado y ciudadanía en general. Regresamos mi nieto y yo el sábado siguiente para jugar fútbol. Mi pequeño, 8 años, me dice que “ojalá no cierren ahora por el bautizo de Benito Juárez “. Me da risa su ocurrencia y me lleva a una reflexión.

Es un absoluto anacronismo suspender labores escolares y burocráticas por el natalicio de Don Benito Juárez. Es una herencia del culto a héroes de bronce. Con algún acto y la difusión de los méritos del prócer de Guelatao sería suficiente. Puedo sonar sacrílego y lastimar la demagogia oficial. No pido desconocer la relevancia de Juárez, pero exhorto a reflexionar sobre el sentido de celebrar su natalicio. Me parece algo fuera de lugar y sin justificación. Sería mucho más importante generar dinámicas de conversación pública acerca de sus aportaciones a la historia nacional.

Ese anacrónico festejo es parte de toda una cultura patriotera, inspirada en héroes oficiales, que implica colocar estatuas, placas y nombres a escuelas y poblaciones. A veces se toman a gobernantes de lo más común. Es algo innecesario que un municipio vecino se llame Emiliano Zapata, por ejemplo. Y así calles, colonias y parques se saturan de nombres de los personajes de la independencia y la revolución.

Muchas veces el nombre oficial es irrelevante para la población. Tenemos que a la avenida Lázaro Cárdenas se le sigue llamando Circunvalación, como hace 50 años; que al parque Miguel Hidalgo se le conoce popularmente como Los Berros. Fue un abuso que desde los gobiernos, conforme a la historia oficial de héroes y villanos, se impusieran nombres de personajes sin ton ni son.

Es tiempo de reflexionar al respecto; quedarse en el pasado con figuras de bronce limita el conocimiento y compromiso con el presente. Además de políticos, mucho más allá de ellos, hay personas destacadas en otros ámbitos de la sociedad que merecen ser referentes. Hay científicos, artistas, deportistas, académicos, activistas, literatos, artesanos, etc., que son inspiradores y merecen ser tomados en cuenta para nomenclaturas y nombres de plazas y escuelas. Son ejemplo positivo y ayudan a cultivar lo mejor de nuestra sociedad mexicana.

Si vamos a progresar es oportuno despegarse de lo que significan actos cívicos de autoconsumo y sostenidos en discursos huecos y meramente formales.

Recadito: exijamos a los partidos políticos que abran las candidaturas.