Liberales y conservadores

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Por Uriel Flores Aguayo

Con esos nombres el presidente Obrador denomina a sus simpatizantes y a sus adversarios. Lo hace prácticamente todos los días con una actitud que parece patológica. Al principio parecía broma y juego, pero se quedó como parte de su discurso durante lo que lleva en el cargo.

Hablar de liberales y conservadores, vigentes a mediados del siglo XIX, no pasa de ser una etiqueta, expresiones sin contenido. Sin embargo, desafiando a la historia y a nuestro idioma, el presidente sostiene a la fecha esos términos. Después de él viene el eco, a veces chusco, de su clase política, sobre todo legisladores y dirigentes de Morena.

La verdad es que su efecto en la sociedad es mínimo; es así porque no define nada ni remite a algo para la gente común. Son palabras presidenciales domingueras y ocurrentes. De todas formas no se debe normalizar lo falso, las caricaturas provenientes del poder. La democracia supone respeto a la ciudadanía y al disidente, a las minorías y al crítico. No hay derecho de nadie a estigmatizar y ofender; es un abuso de poder. Son prácticas totalitarias y autoritarias. Del estilo de dictaduras.

En Cuba, los inconformes son “gusanos”; en Venezuela, son “escuálidos”; en Nicaragua, son “perros traidores a la patria”. Al menos aquí solamente son “conservadores”. Pero no está bien si nos asumimos como una sociedad plural que vive en libertad. Los gobernantes son transitorios y tienen obligaciones ante la ley y la sociedad; nos deben respeto independientemente de nuestras opiniones y simpatías políticas. Es desagradable en nivel extremo escuchar los insultos del presidente, se degrada en investidura.

Esa práctica de dividir a la gente en buenos y malos, de gobernar con óptica de blanco o negro, de exigir lealtad incondicional (irracional) y de establecer que “estas conmigo o contra mí” tiene en la propaganda nazi unos de sus orígenes; es de tufo fascista.

Es oportuno revisar los once principios de propaganda que aplicaba Paul Joseph Goebbels, ministro de educación popular y propaganda de Hitler. Se sorprenderán de su vigencia en los gobiernos autoritarios de derecha e izquierda. Básicamente tienen que ver con las mentiras y las emociones junto al culto a la personalidad.

Esa clasificación artificial de los “adversarios” que se hace ahora proviene de la típica demagogia del poder pero sobre todo de los principios de la propaganda Nazi: principios de simplificación del enemigo único, esto es, “adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo”; principio del método de contagio, es decir, “reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada”.

Esa es la base del uso de la palabra conservadores que, si bien no significa nada en estos tiempos, facilita el discurso presidencial y ahorra pensar a sus líderes del siguiente nivel. Pero también lastima a mucha gente.

En la etapa que viene para México, el compromiso de quienes aspiren al poder, adentro del gobierno o en la oposición, debe ser salirse de esos esquemas maniqueos que conducen a lo falso y obstruyen el diálogo nacional. No somos conservadores, somos mexicanos, ciudadanos con derechos que merecemos y tenemos que luchar por un mejor país.

Recadito: son tiempos de reconciliación por México.