Quebradero

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La redetención

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

Desde donde se vea es de enorme relevancia la detención de Ovidio Guzmán. Lo sucedido en el primer intento de su detención fue lamentable. Hubo muy poca autocrítica, recordemos que en los primeros momentos se desató un lamentable proceso de echarse culpas unos a otros.

Al final quien era secretario de Seguridad asumió la responsabilidad, pero fue el Presidente quien aseguró que la decisión de que lo liberaran fue de él. Se argumentaron razones de seguridad para la población, pero a la vista quedó la idea de la incapacidad y la falta de protocolos que evidenciaron lo que podría pasar con la detención de Ovidio en la casa de su familia en Culiacán.

No queda claro tampoco hasta dónde llegó el nivel de la autocrítica del “Culiacanazo”, pero lo que sí quedó claro es que quien fuera el encargado de la Seguridad Pública en ese momento acabó por ser gobernador de Sonora, estado, por cierto, en el que no cesa la violencia.

Esta asignatura pendiente de López Obrador no dejó de acompañarlo en estos años. Por más explicaciones que se dieron de lo que había sucedido las cosas nunca terminaron por quedar claras. Todo se confundió aún más, porque fue el propio Presidente quien aseguró que no existían cargos en contra de Ovidio.

Habrá que ver cómo le hacen ahora para cumplimentar la orden de aprehensión, de no ser que, como sugirió ayer Alejandro Hope, que se pretenda hacer pasar un incidente, un descuido o la defensa de Ovidio contra su detención como acto en flagrancia.

Los hechos se presentan en días previos a la Cumbre de Alto Nivel de México, EU y Canadá. Son inevitables las especulaciones por las muchas críticas que se han suscitado, particularmente entre los vecinos del norte, por los problemas de seguridad y por el imparable tráfico de drogas hacia la Unión Americana.

Regalo o no, el asunto es de la mayor importancia, porque se le da un golpe serio a un cártel histórico de la droga con una enorme influencia, no sólo en lo que corresponde a las actividades delincuenciales, sino también porque existen pruebas y testimonios del papel que ha jugado y está jugando en la política, particularmente en Sinaloa.

El Presidente podrá presumir la detención, pero no con ello se desarticula la esencia del cártel. No sólo porque tarde que temprano alguien sustituirá las funciones que cumplía Ovidio, sino porque la influencia del cártel va más allá del país y porque se sigue sin tener una estrategia integral en donde se ataque de manera frontal uno de los elementos clave para los cárteles, que es el dinero.

Pero también se tiene que insistir en que EU no ha logrado tener una política efectiva en cuanto a la distribución de la droga y el consumo, por las razones que se quiera.

A esto sumemos los diferentes informes que se han venido presentando sobre la seguridad en el país por parte de instancias de gobierno y organizaciones de la sociedad civil. En algunos de ellos se asegura que el 75% del territorio nacional está gobernado por el narco.

Lo que pasó en las calles, tiendas, carreteras y en el aeropuerto de Culiacán, son escenarios que muestran la fortaleza y movilidad de las estructuras del narco. Sigue sin quedar claro por qué en el intento original de detener a Ovidio se frenó el dispositivo. Es un enigma lo que hubiera sucedido si el 17 de octubre de 2019 en lugar de liberar al delincuente se hubiera mantenido la orden de aprehensión.

Lo recordamos porque quizá el escenario no sea muy distinto del que se vivió ayer. En un caso u otro la seguridad de los ciudadanos ha estado en vilo, no sólo la de los militares.

En tiempos de polarización se tiene que reconocer la labor de los cuerpos de seguridad del país el día de ayer.

RESQUICIOS.

En medio de la vorágine informativa dos temas para no perder de vista: la secuela de la brutal fuga en el Cereso de Ciudad Juárez y la tesis de la ministra. Ambos asuntos exigen resultados inmediatos.