Quebradero

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Entre gobernar y militancia

Por Javier Solórzano Zinser

La convocatoria del Presidente lleva a pensar que más que esté organizando una marcha por la Reforma Electoral, lo que busca es mostrar músculo el próximo 27 de noviembre.

Queda la impresión que la manifestación del domingo le pegó al Presidente en áreas sensibles y en las cuales asume que son esencia de su concepción política, son la base de su estrategia de años, pero no por ello son de su propiedad, aunque en ellas se mueva de manera particularmente efectiva.

La calle es para López Obrador algo así como su hábitat natural y por lo que se ve, como le decíamos ayer, no le gusta que le apedrean el rancho y más en la capital del país, en la que cada vez hay más evidencias de una división política en la cual Morena va perdiendo el control y la hegemonía, con todo y que la gobierna quien es ahora la “corcholata” mayor.

La reacción presidencial parece pasar por un intento de demostrar y delimitar lo que asume que es lo suyo. El Presidente va a salir a la calle con sus furibundos seguidores para hacer notar que la calle es de él. Seguramente en los próximos días veremos todo una cargada para que los seguidores del Presidente asistan a la manifestación.

La cargada, de hecho, ya se echó a andar como en los viejos tiempos. La “corcholata” mayor calificó la marcha como una “fiesta popular” en un acto más de empatía y seguimiento incuestionable hacia López Obrador. Los seguidores del Presidente se sumaron a la convocatoria de manera previsible y también con afanes de demostrar que tienen una capacidad de movilización mayor que la que se vio el domingo.

Las cosas parecen moverse bajo un doble objetivo. Por un lado, se trata de demostrar a los manifestantes del domingo pasado y a la sociedad quién tiene la capacidad de movilización mayor en las calles y qué significa esto en términos de apoyo popular, y al mediano plazo, lo que puede significar también en votos.

Por otro lado, el acto servirá para que el Presidente presente un informe más y con ello hacer ver el gran apoyo que tiene su reforma, tema que seguramente se llevará buena parte del discurso para mostrar sus bondades y, sobre todo, para increpar a los que piensan distinto; es de nuevo el estás conmigo o contra mí.

Sin embargo, a pesar de las grandes movilizaciones, de los discursos incendiarios y señalar a quienes van a votar en contra de la reforma, no se ve por dónde puedan cambiar las cosas de no ser que el PRI junto con el pasado que lo condena termine de nuevo entregándose.

Es probable que la razón por la cual el Presidente vaya a presentar su informe una semana antes de lo programado se deba a que quiera presionar e intimidar al Legislativo para esa fecha, en la cual seguramente se estará en el momento clave del debate y votación sobre la Reforma Electoral.

Como fuere, lo que es un hecho es que al mandatario le va quedando claro que no se va a aprobar su reforma y que también será problemático que se aprueben en el marco constitucional los cambios que ha anunciado como una salida colateral.

Lo que de nuevo subyace es que el Presidente más que buscar tonos conciliatorios lo que quiere es mostrar su fuerza, su músculo, lo cual llevará tonos acusatorios. Las cosas no van a cambiar y menos ahora que hemos entrado en los terrenos de marchas y contramarchas.

Estamos bajo circunstancias que el Presidente provoca. Son escenarios que pasan más por elementos propios de las luchas políticas que por la gobernabilidad.

No está claro lo que viene, lo que sí parece que va a pasar es que no se va a aprobar la Reforma Electoral del Presidente militante, quien a su manera lo está empezando a cobrar.

RESQUICIOS

La titular de la CNDH de nuevo pospuso su comparecencia ante el Senado debido, dice, a que tiene “agenda comprometida” en atención a las víctimas. Si algo no quiere, de la mano de los morenistas, es ser cuestionada, porque su trabajo está más cerca del gobierno que de la sociedad a quien se debe.