Hablemos de inclusión

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

Ha finalizado el mes del orgullo LGBTQ+, transcurrieron días que invitaron a la reflexión, a la exposición de distintas formas de pensar, de vivir. Días para reconocer la diversidad y la aceptación de la diferencia, también nos enfrentaron a choques e intolerancia, a reconocer que, en muchos países, grupos sociales y hasta en aquellos que son cercanos persiste la intolerancia, la negación o el pensamiento que raya en lo medieval.

En estos días nuevamente se colocó sobre la mesa el tema de la inclusión, se discutía, se mostraban imágenes de la diversidad sexogenérica a través la publicidad en un gran número de marcas, ondearon banderas de arcoíris y tapizaron desde oficinas de gobierno hasta logotipos de instituciones bancarias para erigirse como exponentes de la inclusión, sin embargo, tendremos que cuestionarnos ¿hemos avanzado y construido a una sociedad verdaderamente inclusiva?

La inclusión va más allá de la imagen, de la transformación del lenguaje, la gramática y la morfología, más allá del discurso y la exposición mediática.

Si pretendemos evolucionar hacia una sociedad verdaderamente inclusiva tenemos que hacer visible, reconocer, respetar y aceptar la diferencia de género, orientación sexual, creencias, etnias, posición económica, color de piel, capacidades, entre otros.

Discutir y trabajar por la inclusión es buscar la construcción de entornos que permitan incorporar a todas las personas para que tengan acceso a la seguridad, la igualdad de oportunidades, la libertad de ser y expresarse, la posibilidad de desarrollarse, de acceder y construir una educación que refleje la diversidad total del mundo en el que vivimos.

Si queremos convivir en una sociedad verdaderamente inclusiva tenemos que modificar paradigmas y representaciones sociales que nos han llevado a visualizar la realidad a través de simbologías o estereotipos que distorsionan la realidad y que fortalecen prejuicios que han prevalecido a través de los años que se transforman en discriminación, acoso, violencia o delito.

Desde la infancia tendríamos que educar en la inclusión para que la vida en comunidad sea más llevadera, empática y armoniosa, para avanzar hacia una sociedad que respeta y acepta, que se construye desde el reconocimiento de la dignidad humana

El trabajo, la transformación y el cambio hacia a una sociedad verdaderamente inclusiva debe realizarse todos los días, implica fortalecer los mecanismos de formación, prevención, atención, acompañamiento, sanción, reparación del daño y erradicación de la violencia a causa de la diferencia. La herramienta fundamental es la educación para lograr una sociedad en la que podamos abrazar la diferencia y defender la equidad.