Quebradero

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El pasado se va haciendo presente

Por Javier Solórzano Zinser

Es incuestionable que la violencia en el país se ha enquistado desde hace años. Una especie de punto de partida se dio al inicio de la administración de Felipe Calderón cuando se desplegaron fuerzas del Ejército en Michoacán.

Ya había antecedentes de desplazamientos en diferentes comunidades del país. La capital en alguna ocasión tuvo la presencia militar por el sinfín de problemas en algunas otrora delegaciones, particularmente en Iztapalapa.

La inseguridad creció de manera significativa en los últimos 15 años. Al final del gobierno de Fox muchas cosas se empezaron a descomponer. Las decisiones de Calderón partieron de un diagnóstico de lo que pasaba en Michoacán y Tamaulipas.

Las cosas andaban mal y se pusieron peor. Al final ni Calderón ni Peña Nieto descifraron lo que estaba pasando. Entramos en el círculo vicioso de la violencia en que los ciudadanos acabamos siendo los más afectados.

Se colocó a los soldados por delante sin tener la experiencia del enfrentamiento ante la delincuencia organizada. Todo se desarrolló con prisas en medio, en muchas ocasiones, de diagnósticos imprecisos. Era y es con la humedad, se tapa un hoyo y se aparece otro.

La experiencia de esos años debió ser ocasión para que el actual gobierno tuviera claro qué tendría que hacer. Tiene lógica hablar de “abrazos no balazos”. Lo que se busca es atacar las condiciones de desigualdad en las que vivimos para desde ahí llevar a cabo procesos de transformación integrales, los cuales van desde atacar la pobreza hasta buscar desde estas bases enfrentar los graves problemas de inseguridad, se partió con cierta razón de que todo está entrelazado.

Sin embargo, las cosas en general han cambiado muy poco. El diagnóstico fue similar al de los últimos años con la salvedad de que se intensificó la presencia del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, integrada fundamentalmente por soldados, en las comunidades del país.

Las Fuerzas Armadas no regresaron a los cuarteles y se ve complicado que lo vayan a hacer en los años venideros como ha prometido el Presidente, quedando únicamente la Guardia Nacional en labores de vigilancia y seguridad.

En algunos estados la situación es cada vez más apremiante. No hay día en que no aparezca un nuevo incidente, el cual por lo general tiende a ser de enorme gravedad.

Como una constante todos los días de la semana se presentan hechos violentos, los cuales en la fuerza de la cotidianidad vamos viendo como “normales” cuando evidentemente no lo son y por ningún motivo deben dejar de sorprendernos.

Partir de que así dejaron las cosas los “neoliberales” y “conservadores” es a estas alturas de la administración actual una especie de evasión de lo que desde hace más de tres años son responsabilidades directas.

Algunas respuestas del Presidente sobre hechos de violencia caen paradójicamente en lo que ya habíamos visto, como aquello de que son grupos que se andan peleando entre ellos como si no existiera una responsabilidad del Estado para enfrentar escenarios de esta naturaleza.

La respuesta a lo sucedido en San Cristóbal de las Casas giró en ese sentido, pasando por alto el pánico y terror que vivieron un buen número de habitantes de la ciudad, entidad que no pasemos por alto que es una ciudad emblemática que tiene al año una gran cantidad de turistas.

Algunos gobernadores de Morena justifican la violencia apelando al pasado de lo que en sentido estricto no están pudiendo hacer o no están haciendo.

En materia de violencia el pasado se va haciendo presente.

RESQUICIOS.

El canciller calcula que 80 mil mexicanos irán al Mundial de Qatar, no dudamos que terminen siendo más. En materia de futbol el futuro es oscuro, incierto y lleno de dudas. Ya veremos qué tantos “incidentes” aparecen como ha sucedido en otros mundiales y ya veremos si el afamado grito retumba en los estadios; es tiempo de jolgorio, algarabía, alarido y pasión de la mano, dicen, de la Guardia Nacional.