Quebradero

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Acapulco, tarde de perros

Por Javier Solórzano Zinser

Por más que se presente información que muestre que en materia de seguridad las cosas mejoran, el que un ciudadano se vea afectado cambia de manera tajante su percepción y de su entorno, porque para creer que los delitos sean coyunturales tendría que existir una política consistente y creíble en la cotidianidad.

Ayer la perfilada aseguró que la capital es una de las ciudades más seguras del mundo. Todo depende desde donde se vean las cosas, porque vivimos bajo el mundo de las cifras negras y los temores ciudadanos por denunciar.

A menudo se considera inútil hacerlo. Sin embargo, también hay evidencias de que en algunas zonas las cosas han ido cambiando, pero en esto bien se sabe que todo termina por ser relativo, basta con que nos pase algo para que los números del discurso sean no creíbles.

La imagen del país en materia de seguridad es francamente mala. Las circunstancias llegan a romper con cualquier discurso optimista. El caso de los feminicidios ha tenido una enorme repercusión en el mundo y al interior del país donde existe indignación, impotencia y encono; el tema Debanhi desató todo tipo de reacciones de este tipo.

No se avanza del todo, porque muchas estrategias están siendo una continuidad de lo que se hizo en pasadas administraciones. El Presidente ha colocado el “abrazos no balazos”, “cuidamos a las bandas, son seres humanos” y estamos atacando las raíces de la violencia a través de programas sociales como elementos explicativos y estratégicos, lo cual hasta ahora no le ha dado el resultado que el Presidente prometió.

Los feminicidios se han convertido en una especie de referencia sobre el país. No existen en algunos estados protocolos de actuación, porque no se les ocurre o no se le da al delito la importancia debida. El mayor problema que enfrentan las mujeres es la violencia junto con el hecho de que ante las agresiones prevalece de manera indignante la impunidad.

Es difícil asumir que las cosas están cambiando cuando vemos lo que pasa con las mujeres y vemos lo que sucedió en Acapulco el viernes pasado.

A lo largo de seis horas el puerto estuvo materialmente inmovilizado. Acapulco tuvo el pasado fin de semana una ocupación hotelera que alcanzó 80%, algunos prestadores de servicios nos dijeron que era como si fuera Navidad.

El conflicto que detonó los bloqueos fue el decomiso de armas a la UPOEG en San Marcos, zona con presencia de la delincuencia organizada. Se movieron sus “seguidores” de manera rápida amenazando a transportistas obligándolos a que atravesaran sus vehículos en las calles para que no pudiera pasar nadie, mucha gente tuvo que caminar por el maxitúnel que une a la costera Miguel Alemán con Punta Diamante.

Fueron 12 zonas estratégicas donde se concentraron los bloqueos ante la pasividad de la autoridad que no pudo atinar siquiera a tener un diagnóstico de lo que estaba pasando para actuar o negociar en la búsqueda  de terminar con el bloqueo.

El final llegó cuando los paristas lo decidieron, el mensaje y el desafío estaban dados para las Fuerzas Armadas, para las autoridades municipales, estatales y para sus enemigos.

La presidenta municipal en el absurdo dijo que el problema no era de Acapulco. Ante lo que estaba sucediendo lo importante era destrabar el problema, pero no hizo nada, se padeció una tarde de perros y sus gobernantes que estaban obligados a resolver lo que se estaba viviendo optaron por hacerse a un lado porque el “problema no es de Acapulco”.

Los feminicidios le han dado un nuevo giro a las percepciones sobre la seguridad, a lo que se suma la tarde de perros en Acapulco, los asesinatos de periodistas y los violentos fines de semana cargados de muerte e impunidad; en eso seguimos.

RESQUICIOS

“Les ganó el voluntarismo sobre la inauguración y el costo de ‘Dos Bocas’. No va a estar el 3 de julio y va a costar todavía más de lo que han gastado. Ya echada a andar será de mucha utilidad”: Fluvio Ruiz, especialista en temas energéticos.