Corrupción, respuestas y evasivas
Por Javier Solórzano Zinser
Se han venido acumulando denuncias sobre hechos de corrupción entorno al círculo cercano del Presidente que merecerían respuestas concretas y no evasivas o ataques de quienes las hacen.
No hay acuse de recibo desde el gobierno, más bien se soslaya o se minimiza sin que se atienda lo que se difunde.
No se le da la importancia debida, lo cual va a derivar en problemas mayores para el mandatario en el mediano plazo. Van varios asuntos en que hay evidencias de irregularidades en el tema más sensible de la agenda presidencial.
La acuciosidad con la que se han venido abordando temas sobre la corrupción del insistente pasado por parte de la presente administración no está teniendo una acción similar con las denuncias que se han hecho sobre corrupción en el gobierno y sus alrededores.
Muchas de las investigaciones que se han hecho sobre ello merecerían una respuesta distinta de la que se les ha dado. Ha ido creciendo la percepción de que se miden las cosas con diferentes varas.
Por más que prevalezca de manera contundente el poder del discurso presidencial, las denuncias que se han hecho colocan al tabasqueño y a su gobierno bajo una situación que tarde o temprano va a resultar delicada.
No tiene mucho sentido señalar las investigaciones sobre corrupción como actos que tienen que ver con estrategias de la oposición, el problema va más allá de ello.
No hay duda de que los “adversarios” se dan vuelo con el tema, en muchos casos es lo único que se les aparece y tienen para poder enfrentar al Presidente. Les sirve para señalarlo y para tratar de evidenciarlo y poner en entredicho su estrategia contra la corrupción, lo que es un hecho es que si el mandatario presume que es una estrategia o que las cosas pueden terminar en el cajón del olvido, está equivocado.
En términos de la política, lo que hace la oposición es previsible, sobre todo porque no han encontrado cómo enfrentar al Presidente. Sigue en los terrenos de dar manotazos y agarrarse de lo que pueda, hasta ahora, el Presidente no ha perdido ni un ápice de poder, popularidad e influencia.
El poder del discurso presidencial sigue siendo la principal divisa de gobernabilidad. Todas las mañanas se ratifica, está visto que por más que haya evidencias de que el Presidente sea señalado con bases fundadas, las cosas, por lo menos hasta ahora, le siguen pasando de largo; en algún sentido, el acto del 1 de diciembre no fue sólo un discurso, fue una demostración del músculo presidencial.
A pesar de todo ello, el gobierno se equivoca al no atender las denuncias de corrupción interna. Una de las razones más importantes estriba en que al no dar respuesta, soslayar o desacreditar a sus adversarios, no significa -necesariamente- que las denuncias periodísticas no sean ciertas.
El poder del discurso puede crear escenarios favorables para el Presidente, puede también hacer ver una realidad paralela, pero lo cierto es que no se corresponde a lo que se denuncia. Queda la impresión que el poderoso discurso presidencial, lo que hace es evadir, cambiar el tema, increpar, pero no responde a lo que se denuncia.
En más de una ocasión se ha insinuado ante las denuncias de corrupción que tienen que ver con objetivos y bases distintas de lo que en anteriores ocasiones pasaba. Se coloca la legitimidad del gobierno para justificar actos que, por más vueltas que se le quiera dar, no dejan de ser hechos que se deben investigar.
Al Presidente lo están cercando hechos de corrupción que se le pueden venir como una bola de nieve. López Obrador debería ser el más interesado en lo que se investiga todo.
RESQUICIOS
Por las razones que se quiera, el presente gobierno ha detenido a más migrantes que en pasadas administraciones. Con la renovación del “Quédate en México” investigadores y estudiosos ven venir más problemas y más riesgos para los migrantes, seguimos bajo estrategias reactivas.