Golpear instituciones, autocracia a la mexicana

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Por Ruby Soriano

La intolerancia a la crítica y a la pluralidad de opiniones marcan la personalidad del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien esta vez asestó la daga envenenada hacia la Universidad Nacional Autónoma de México, al considerar que esta institución se ha “derechizado” en los últimos tiempos.

La polémica no puede soslayarse al tratarse de la máxima casa de estudios, donde se han concentrado una gran diversidad de pensamientos, ideologías y tendencias que han marcado la distancia con los poderes en turno, y desde donde se cuestionan, critican pero también se avalan aquellos hechos que aportan no sólo a esta gran comunidad estudiantil, sino también propiamente a la sociedad.

Desde hace meses, el Presidente AMLO apuntó sus críticas hacia todos esos organismos autónomos que en el pasado “ensalzó” y calificó de independientes, justo cuando él formaba parte de la oposición.

Ahora, la autonomía de éstos, se ve minimizada por un mandatario que no tolera la crítica, tampoco la inclusión, el debate y la necesidad de contar con contrapesos que alejen a México de los riesgos de una autocracia, donde se imponga la ideología de un personaje o movimiento.

Esta vez fue la UNAM, pero el Instituto Nacional Electoral, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, incluso la Suprema Corte de Justicia de la Nación han estado y siguen en el radar de un mandatario al que le cuesta y mucho, aceptar la independencia y libertad con la que deben opinar organismos autónomos.

Las voces en defensa de la UNAM no han sido menores pese a la cargada morenista de huestes presidenciales que se han dado a la tarea de secundar las declaraciones del Presidente, señalando el viraje de timón de la universidad y su proclive facilidad para cuestionar las acciones presidenciales.

Sin embargo, no se puede ignorar la insistencia de un Presidente para vulnerar organismos autónomos, amenazando su desaparición o recortando los presupuestos.

Cuando la crítica es incómoda, el Presidente AMLO descalifica no sólo a sus opositores, sino también a las voces de especialistas y sectores, que sin tintes políticos señalan lo que está mal.

Estas acciones no sólo responden a las filias y fobias de un mandatario, son una mala señal en las democracias donde se pretende anular la crítica hacia el poder, como una forma de acotar a los opositores.

El Presidente y su pareja, la no primera dama Beatriz Gutiérrez deben demostrar lo que pregonan.

Ambos son intolerantes para aceptar críticas adversas.

Hace unos días, Beatriz sostuvo desde su fan page un intercambio de palabras con un ciudadano que le mostró su desacuerdo sobre la responsabilidad casi totalitaria de los padres quienes deben prevenir que sus hijos se conviertan en víctimas o rehenes de la violencia.

La no primera dama respondió casi de manera dictatorial cerrando el paso a la crítica y activando a los cientos de bots que entraron a neutralizar la crítica del ciudadano.

Ninguna totalidad de opiniones construye una sana democracia, mucho menos en tiempos donde a la sociedad se le pretende acotar su derecho a opinar y criticar las acciones gubernamentales.

Las autocracias se construyen al amparo de las falacias que le roban credibilidad a una sociedad a la que le urge fortalecer la participación y denuncia para señalar los errores y aciertos del poder en turno.

@rubysoriano    @alquimiapoder

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